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Por Francisco Villarreal

Como era de esperarse, el anticristo del Republican Party cumplió su amenaza arancelaria contra México y Canadá. La “concesión” que hizo al retrasar su aplicación fue una mera estrategia para calibrar reacciones y para ablandar a negociadores, y eso creo que quedó claro para Canadá y México. Canadá ha sido duro en su respuesta. Puede darse el lujo de serlo porque como miembro de la agonizante OTAN tiene ese respaldo ante una posible agresión más grave de parte de Trump. México sólo tiene la simpatía mundial, pero nada más. La solidaridad se agradece pero tendría que ser más proactiva para ser útil. Trump es una amenaza real para México, y en general para la paz mundial. No nos engañemos. Los aranceles que impone Trump no tienen qué ver nada con el narcotráfico y la migración ilegal. Trump está metido en un brete económico que es incapaz de resolver. La caída en la bolsa de Wall Street fue sólo un indicio. Estados Unidos es incapaz de equilibrar su balanza comercial porque no produce suficientes bienes atractivos, su mejor activo para exportar son armas. Ante una recesión que podría llegar más temprano que tarde, la única posibilidad de allegarse recursos que aligeren el golpe es, casualmente, que la Unión Europea mantenga la guerra en Ucrania. Esto obligaría a un urgente rearme europeo que, necesariamente, buscaría a Estados Unidos como proveedor. De hecho, la UE ya plantea elevar la inversión en el gasto militar. De cualquier manera, así buscaran otro proveedor, Europa está pagando el precio de su histórico vasallaje hacia Estados Unidos. Esta situación pinta de otro modo la desafortunada entrevista entre Trump y Zelenski. Fue una humillación para ambos, no sólo para Volodimir. Precisamente, Trump ha mostrado no una nueva dinámica en la diplomacia, sino la que suponíamos que se había dejado en el pasado: la fuerza, el chantaje, la extorsión y el nulo valor a la palabra empeñada, es decir, ¡salvajismo! La única firma que vale para Trump es la que estampa es sus nefastas órdenes ejecutivas.

Los aranceles impuestos contra México, así sean temporales o parciales, no dependen de acción alguna por parte de México, son a capricho de Trump. ¿Detener el tráfico de fentanilo? Por favor, Mr. Lutnick, con todo respeto, ¡no se haga usted pendejo! La única posibilidad que quedaba no era tanto negociar sino prepararse para el impacto en México, y en Estados Unidos. Hasta ahora, el balance comercial estadounidense ya fue afectado por Trump. Industriales estadounidenses hicieron compras de pánico ante el inminente encarecimiento de productos necesarios para sus procesos de producción, y eso hizo aún más desfavorable la balanza comercial. Pero esto no es todo, porque los capitales estadounidenses prefieren reservarse ante las imprevisibles decisiones de Trump. Esto es relevante, porque un inversionista puede aceptar riesgos, pero no caminar a ciegas. Incluso el estadounidense de a pie ha optado por la cautela a la hora de comprar, lo que ha disminuido el consumo. No se trata de ahorro, es terror. Supongo que ante la disminución del flujo de drogas que Trump se niega a reconocer, habrá carestía y adictos que ya no tendrán manera de comprarlas ni ilegal ni legalmente. Lo que sin duda causará nuevos problemas de seguridad o, mejor dicho, los acentuará. ¿Y los migrantes? Pues Trump ha reconocido que se abatió la entrada de migrantes ilegales. Lo que no ha reconocido es el efecto que ha tenido en la productividad. Por ahora es mínimo, pero si cumple con su soñada expatriación de dos millones de migrantes, sólo agravará el impacto.

Una cosa debe considerarse, y creo ya lo empiezan a asimilar los países del orbe: Estados Unidos no es un socio fiable. Lo aplaudirán tal vez Milei en Argentina, Bukele en El Salvador y Noboa en Ecuador, al menos hasta que les toque pagar el precio de su servilismo; no es lo mismo tener un socio mayor que un amo. No sé cómo va a enfrentar México esta guerra comercial. Supongo que los aranceles rompen de plano con el tratado comercial que firmó Trump. Si no, debería considerarse que la revisión de TMEC no debe hacer ninguna concesión al régimen de ladrones y estafadores que preside Trump. De hecho, sería más recomendable el ostracismo en su contra. No puede haber tratados ni acuerdos con un gobierno que ha demostrado que no le importa romperlos. La respuesta de la presidencia Sheinbaum ha sido fuerte: “ofensivo, difamatorio y sin sustento”. No sólo adjetiva el comunicado que anuncia los aranceles contra México, también califica y especifica al presidente de Estados Unidos. México tuvo tiempo para negociar, y creo que a sabiendas de que toda negociación con un gobierno sin honor es imposible. Pero fue un buen tiempo para organizar la defensa y buscar alternativas. No hay más TMEC. Así se mantenga como una ilusión oficial, en la práctica no es posible frente a los desplantes imperiales de Trump. Tampoco se puede buscar la negociación entre poderes legislativos, como propone el para siempre presunto Ricardo Anaya. Es inútil que nuestras cámaras busquen apoyo en las gringas. En Estados Unidos están dominadas por el Partido Republicano y ese partido, salvo en casos muy excepcionales, dejó de ser un partido para volverse una secta trumpista.

No sé a estas alturas cuál será la respuesta del gobierno mexicano frente a la agresión arancelaria de Trump. Sin embargo, más allá de la praxis política y las sutilezas diplomáticas, está la dignidad. No hay respuesta efectiva ni justa si no está fundada en la aprobación generalizada de los mexicanos. Pero en cualquier caso, hay que invocar la resiliencia mexicana, que luego de décadas de ejercicio, ya es un activo fijo. Supongo que, como Canadá, se planean “aranceles espejo” y “quirúrgicos”, además de otras medidas no arancelarias. Pero así sean medidas ligeras o brutales, México también va a resentirlas. Sólo hay que considerar una cosa: los mexicanos estamos acostumbrados a estas crisis, los estadounidenses no. Y hay que destacar que el efecto de cualquier medida contra los aranceles de Trump, no tocará la roñosa piel del tirano en ciernes, serán todos los estadounidenses quienes sufrirán. Ojo, porque el pueblo estadounidense no es nuestro enemigo. Ni siquiera están representados por un presidente que sólo representa a una clase oligárquica y a un puñado de fanáticos. Será difícil no generalizar, pero en la respuesta mexicana a esta otra guerra de Trump se debe incluir la concientización de que un estadounidense no es Trump, incluso quienes votaron por él y que ya han manifestado su arrepentimiento y repudio al anticristo de Mar-a-Lago.

Hoy más que nunca debemos ser empáticos con los ciudadanos estadounidenses, porque la guerra de Ucrania y la guerra arancelaria distraen de algo sumamente grave, Trump y su diabólica legión de sicarios como Musk, Rubio, el neocatólico Vance, y otros, están desmantelando el ya de por sí imperfecto orden democrático de los Estados Unidos. No hace mucho, Bernie Sanders decía en una entrevista que no hay que temer a las palabras de Trump sino a sus acciones. Pero hasta este momento, Trump ha destruido la ya endeble estabilidad mundial a base de hociconeadas. Ha realizado pocas acciones contra otros países. En realidad, la mayor devastación de sus acciones han sido hacia dentro, contra los propios estadounidenses, de la mano (derecha) del fascista Elon Musk. Entre las acciones más graves está la amenaza contra todo tipo de programas sociales en aras del ahorro. En México también tuvimos una operación intensiva para reducir el gasto en el gobierno. La diferencia es que los recortes y cancelaciones fueron hacia dentro del aparato burocrático oficial, no hacia la seguridad social. Un error común en dictaduras (autocracias, les dicen ahora), suponer que la seguridad nacional está en conjurar cualquier amenaza desde el exterior cuando la seguridad que importa, la que al flaquear ha desmantelado imperios, es la seguridad de los ciudadanos.

Por lo pronto es importante mostrar cohesión alrededor del gobierno federal y de cada instituto político que se oponga los juegos de guerra de Trump. Descartemos al PAN, que ya desde ahora se pinta de cuerpo entero como traidor a la patria en la figura de su dirigente nacional inmobiliario. La respuesta mexicana debe anteponer la dignidad a la seguridad, porque el tema del fentanilo y el presunto “narcoterrorismo” siempre será un pretexto para que un sujeto tan perverso como Trump intente una de las acciones favoritas de Estados Unidos en toda su historia: la intervención militar. Y no dejemos de considerar esa posibilidad, porque en los seguidores de Trump destacan los grupos supremacistas violentos, y ya en las filas de los sicarios de MAGA, por ejemplo el fascista Elon Musk, se ha deslizado no muy discretamente la posibilidad. Esta guerra arancelaria de Trump apenas empieza, su guerra contra los propios estadounidenses continúa, y de la insana mente del anticristo de The White House, puede surgir cualquier cosa. Sólo hay que recordar algo importante: la confianza es muy difícil de conseguir, fácil de perder, y casi imposible de recuperar. En el caso de Trump, nunca la ha merecido.

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// Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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