Por Francisco Villarreal
Como lo había “vaticinado” Mr. Lutnick, este miércoles amanecimos con la novedad de que el sujeto anaranjado que preside a Estados Unidos “concedió” otra pausa de un mes a los aranceles contra México y Canadá, al menos en los autos armados en estos países. Por Dios que esto ya se está pareciendo cada vez más a ofertas de teletienda. La magnánima decisión no consideró las negociaciones oficiales, se tomó a pedido de los líderes automotrices de Ford, General Motors y Stellantis, empresas que serían gravemente afectadas por los aranceles. Para este jueves, luego de una llamada entre Trump y Claudia Sheinbaum, se anunció que se eximiría a México de aranceles de acuerdo con lo pactado en el TMEC, por ahora hasta el 2 de abril. Para entonces hay que esperar la posibilidad de que el sátrapa encopetado siga hociconeando para meter ruido antes de la fecha crítica. Por lo menos ese ha sido su modus operandi, en el sentido que se asume en criminalística, el más apropiado para un delincuente convicto. La ventaja, en todo caso, es que los planes A, B, C, etcétera, no estén archivados sino que tendrán qué ser revisados desde otra perspectiva, porque el 2 de abril es el día en que el Pontifex Maximus de los gringos impondría sus aranceles, tentativamente del 25 %, pero esta vez urbi et orbi, excepto Rusia, claro. Ya veremos cómo justificaría para entonces Trump alguna agresión más contra México, o si usaría también el pretexto del fentanilo y la migración contra todos los países del orbe.
Los términos en los que se estableció el diálogo entre Trump y Sheinbaum son inmejorables. “¡Gracias, presidenta Sheinbaum, por su arduo trabajo y cooperación!”, dijo POTUS. En esta frase se resume que reconoce que México ha estado cumpliendo con los compromisos contraídos ante sus pretextos para agredir a México. Este Trump no es el mismo Trump que habló ante el Congreso de los Estados Unidos en un inexplicable discurso que fue un monumental autoelogio. Sí, cometí el error de ver la pomposa ceremonia completa. Tuve que atiborrarme de cacahuates “en greña”, para aliviar la ansiedad reventando las cáscaras. Resultado: dolor de estómago y mucha basura, en el discurso y en mi casa. Trump alardeó como siempre, y la cofradía trumpista republicana terminó adolorida de las manos y las corvas de las tantas veces que aplaudieron de pie. La bancada demócrata resistió con dignidad, pero el congresista Al Green fue silenciado y expulsado de la sala. Yo le aconsejaría a Alexander que tomara unas clases con Lilly Téllez, aunque la cordura y la dignidad siempre estorbarán para ser un reventador profesional del nivel excelso de la legisladora panista.
Hay mucho ruido alrededor de Trump, sin duda el presidente (o lo que pretenda ser) más mediático de todos los tiempos. Donald alardeó de nuevo de ser más grande que el presidente George Washington. Tiene razón. Washington medía 188 centímetros de estatura y murió a los 68 años; Trump mide 192 centímetros, tiene 78 años, y aparentemente todavía no se muere. De ahí en fuera, no supera ni superará al primer presidente de Estados Unidos. He estado dando vueltas a las aristas del mandato trumpista. Nada parece tener sentido. Entiendo que quiera ser un disruptor, pero para hacerlo hay que tener preparado un modelo nuevo o mejorado. No es el caso. ¿Qué pretende Trump con la guerra comercial de los aranceles? Esto ya se ha aplicado antes y los resultados fueron un desastre. Hace casi un siglo, durante la Gran Depresión, Estados Unidos y Gran Bretaña los aplicaron y los efectos negativos internacionales duraron varios años. Otra vez que Estados Unidos aplicó aranceles arbitrariamente fue durante el primer mandato de Trump, y el resultado también fue un desastre. Casualmente, tras la Gran Depresión, Estados Unidos pudo oxigenar su economía gracias a la guerra en Europa, vendiendo armas a los aliados contra Alemania, y luego interviniendo. No sé si Trump, que se anuncia como paladín de la paz, esta vez rechace vender armas a la Unión Europea que pretende mantener la guerra activa en Ucrania y, eventualmente, extenderla hacia Europa.
Pero no creo que Trump piense fortalecer la economía gringa sólo vendiendo armas para una guerra que Estados Unidos empezó y fomentó. De cualquier manera ya maquina cómo conseguir depredar lo que quede de Ucrania, sea deshaciéndose de Zelenski a quien ya traen en jabón en la duma ucraniana, o a través de acuerdos con su amigo Putin. No estuviera el mundo ante este polvorín si hace algunos años Kiev hubiera conjurado el separatismo de los oblasts del este, un separatismo muy justificado, y les hubiese asimilado como gobiernos autónomos integrados a Ucrania. A estas alturas, Trump está dejando que la Unión Europea pelee la guerra que Estados Unidos inició.
Pero además de esto, los aranceles parecen ser ya obsesivos para Trump. “Una palabra maravillosa”, dice. Me intriga por qué la necedad. Me parece un poco sospechoso que Trump haya descartado la caída de la bolsa con su pausa arancelaria. No mencionó la dura respuesta de China, que es más bien una advertencia y un reto además. Recuerdo que cuando inició su mandato, Trump exigió que la FED (Reserva Federal) bajara las tasas de interés. La junta de la FED no lo hizo. ¿Para qué necesita Trump bajar las tasas de interés? Pues para refinanciar la deuda más cómodamente, considerando que la deuda de Estados Unidos es, si no la mayor, sí una de las mayores del mundo, prácticamente impagable. La política arancelaria de Trump es inviable como mero proteccionismo. Lo demostró la caída del Producto Interno Bruto, y el incremento en desempleo por recortes, 172 mil 017 sólo en febrero. La amenaza arancelaria contra México y Canadá ya ha causado inflación, y reducción en el consumo e inversión. Es decir: Trump ha causado un caos económico y financiero que insiste en agudizar con sus declaraciones y amenazas. Los países amenazados sienten la amenaza, pero tal vez la presión que quiere aplicar no sea tanto hacia el exterior sino hacia adentro. La FED es un organismo que no puede controlar, así es que tendría que buscar otros medios para obligarlo a obedecerle. Un caos económico mundial es excesivo, pero podría ser útil, así tenga que arrasar con la economía de la gran mayoría de los estadounidenses, y de todos. Como en el caso de la guerra en Ucrania, que la podrían pelear otros, Trump tiene otra guerra en la estratosférica deuda de Estados Unidos, y pues, ¡que otros la paguen!
En resumidas cuentas, la pausa conseguida por la doctora Sheinbaum tiene su mérito pero no es una victoria total. La estrategia arancelaria de Trump no se limita a México, Canadá y China. Los alcances tienen objetivos que, si no son los que sospecho, deben ser otros todavía más malignos. Si hace “concesiones” a México y a Canadá, es porque puede hacerlas sin desviarse de su meta. De cualquier manera, esta pausa, insisto, sirve a México para revisar los planes y adaptarlos a cualquier estratagema del gobierno más demencial de la historia. Heliogábalo y Calígula eran unos novatos. Se mantiene la convocatoria de la presidenta Sheinbaum al Zócalo, pero es obvio que no será para mostrar sus cartas contra Trump. Sin embargo, sí es necesario mostrar músculo político, social, no partidista, y esa fortaleza sólo se demuestra con la respuesta de los ciudadanos. Trump sabe que su popularidad es ridícula y disminuye cada vez, y esto no sucedió tan rápido en los gobiernos de cualquier otro presidente. Sabe que las cifras de la popularidad de Claudia Sheinbaum son altas e insólitas para un presidente mexicano en las últimas décadas. A Trump le gustan las cifras, y le impresionan las multitudes. Habrá que llenar el Zócalo así sea para que el güero palpe la realidad de un respaldo popular que nunca va a conocer, porque patriotismo no es lo mismo que nacionalismo. Y que se ponga verde de envidia, porque el anaranjado hepático ya aburre.



