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Por Francisco Villarreal

Cuando el premier de Ontario canceló el sobre costo en la energía eléctrica que vende a Estados Unidos, muchos medios gringos (y mexicanos también), pastoreados por el infame presidente Trump, replicaron su retórica y lo difundieron como un triunfo de la fuerza del orate de Mar-a-Lago. Aseguran que Ontario se plegó ante la duplicación arancelaria en acero y aluminio con la que respondió Trump a todo Canadá. Olvidaron dos cosas. Una, que ante la posición dura de Ontario, llegó el zar de los aranceles, Peter Navarro, a suplicar al pueblo canadiense. Este fulano es un asesor muy cercano a Trump, y no puede ser de otra manera, porque también es un delincuente convicto, sólo que, sin la inmunidad que el líder de la Suprema Corte gringa le regaló a Trump, Navarro sí tuvo que pagar multa y cumplir una sentencia de cárcel, una sentencia mínima pero muy ilustrativa de la calaña de ese gobierno. Navarro dijo que Canadá no debería precipitarse y sí bajar el tono de la confrontación… confrontación que, por cierto, no inició Canadá y que sí incluyó insultos desde Washington. Otro factor, obviado por los medios, es la propia estrategia canadiense. Los canadienses, y creo que millones en todo el mundo, aplaudieron al premier de Ontario, Doug Ford, cuando subió las tarifas eléctricas a Estados Unidos, pero aunque la medida puede ser popular no es necesariamente conveniente. Es decir, la medida debería coincidir con una estrategia común a todas las provincias y estar coordinada desde el gobierno canadiense; aisladamente sólo sirve para enfurecer al quisquilloso presidente gringo. La estrategia dura y reactiva de Canadá debe ser minuciosa y cuidadosa, después de todo también le pesa la amenaza expresada reiteradamente de invasión por parte de Trump. México no está en ese caso, el desprecio de Trump por México e Iberoamérica en general, es tanto que no se dignaría avisarnos. Lo haría, y ya luego daría sus (sin) razones.

Creo que Canadá, y supongo que México también, entienden que la intención obvia de Trump es abatir su divisa, reducir la inflación bajando el consumo y presionar así a la reserva federal para bajar tipos de interés. Parece suicida, lo es, pero es la única manera que se le ocurrió a Trump y su pandilla de sicarios, para financiar la enorme deuda que acumula Estados Unidos (9,2 billones de dólares), y no necesariamente es la manera correcta. Como dije en otra ocasión: Trump pretende que, directa o indirectamente, todo el mundo pague la deuda de Estados Unidos. Es probable que a muchos mexicanos no les guste la paciencia de la doctora Sheinbaum para responder a esta “arancelíada” de Trump en el acero y el aluminio. ¿Ingenua Claudia? No, yo no lo veo tan descabellado. Ya en su primer mandato Trump hizo eso mismo y tuvo que dar marcha atrás en pocos meses. Esta vez el gobierno mexicano no respondió con aranceles, pero no se quedó pasmado. El daño realmente mayor es para Canadá, en tanto que México, con excedente de esos metales por la reducción de exportaciones, se vuelve una mejor opción para invertir en empresas que usen esos materiales. Para el 2 de abril, si Trump sigue jodiéndonos, la Presidenta sabe que hay todavía recursos que México puede usar, no necesariamente con la vehemencia canadiense o europea sino, más bien, dentro de las reglas de los acuerdos entre México y Estados Unidos, es decir, ya no serían acciones negociables sino judicializables. ¿Algún tribunal honesto, que no incluya a la ministra Piña y sus cuates, fallaría a favor de Trump? Ahora que, romper acuerdos comerciales con México como prefigura Peter Navarro, en la situación crítica que atraviesa ese gobierno, es una muy mala idea. Deshacer el TMEC sería malo en principio para México pero eventualmente podría ser una bendición. Los ajustes económicos pueden ser dolorosos en principio, pero son también áreas de oportunidad si se mantiene protegida la base social trabajadora, es decir, la que genera la riqueza.

A Trump tampoco la ido muy bien en popularidad. Según varias encuestadoras, alrededor de la mitad de los estadounidenses están en contra de su política económica. Ese rechazo debe ser mayor entre empresarios cuerdos e inversionistas listos. El arma de Trump es la incertidumbre, que sólo se condensa en certezas con la escalada de precios y la caída brutal de indicadores financieros. Pero al parecer lo que más despierta la indignación de los estadounidenses es que Trump ya no se sostiene en el apoyo popular, si alguna vez lo hizo, sino que deja en claro que su verdadero gabinete es el de los multimillonarios: polarización popular dirigida desde la cúspide oligárquica. Algo muy similar a lo que se trató de aplicar en México desde una coalición opositora y un pacto mediático… Y se seguirá tratando de aplicar. No está de más ver un futuro posible para nosotros en ese maligno espejo. Hay un detalle que debió golpear más la imagen de Trump ante sus frenéticos seguidores supremacistas. Hace un par de días, el presidente ruso Vladimir Putin se presentó en el frente de guerra en Kursk vestido de militar y dio órdenes directas. El mensaje es claro para Trump, para el presidente francés Macron y para el premier británico Starmer. Sobre todo para Trump, metido hasta el tuétano en la guerra en Ucrania. No pretendo alabar a Putin, pero si lo comparamos con el presidente gringo, contradictorio, blandengue, obeso y sospechosamente pigmentado, debe ser decepcionante para los “magas”. El mensaje va más allá de la imagen de un decadente líder, pues ninguno de sus sicarios tiene dimensión para encabezar una guerra, como no sea a punta de pastelazos. Las frentes de Vance y Rubio no niegan la cruz de su parroquia, que no es por el Miércoles de Ceniza sino sólo por las cenizas. Y el “vicepresidente” Musk es más lúdico que lúcido. La guerra comercial de Trump es como la trompeta de Gunga Din (vid Rudyard Kipling o George Stevens), una posible victoria pero a costas de su propia economía. Aunque, insisto, habrá que esperar el vencimiento de los bonos de deuda y ver como la refinancia Trump.

En el ámbito de la guerra en Ucrania, son claras las intenciones de Putin y de Trump, que parecen semejantes pero no son las mismas y en ningún caso son la paz. Me da curiosidad la estrategia rusa en el campo de batalla, sobre todo por las coincidencias que pudiera haber en sus estrategias comerciales. Rusia ha dirigido una campaña más de desgaste que de confrontación, pero repitiendo constantemente su estrategia: control de vías de comunicación, cerco parcial de tropas ucranianas dejando rutas de escape bajo fuego, y bombardeo de lugares de concentración de tropas, de centros energéticos, de inteligencia, y de fabricación y almacenamiento de recursos bélicos. La respuesta ucraniana ha sido el rechazo a retiradas necesarias o estratégicas, con la consabida pérdida de vidas, equipo y territorio. Las ofensivas ucranianas han fracasado, y acciones como el bombardeo masivo reciente en Moscú, con recursos de la OTAN porque Ucrania está en la inopia bélica, no tienen impacto alguno en las zonas invadidas según Ucrania, o liberadas según Rusia, es decir, puras chinampinas, dañinas pero más ruidosas que útiles. Frente a esto, la propuesta de un alto al fuego temporal, si no es sospechosa sí es ridícula cuando el ejército ucraniano huye de Kursk y está siendo presionado por todo el Donbás. Un alto al fuego poco fiable, puesto que ese tipo de treguas ya han sido rotas en el pasado. ¿Treinta días para que Rusia detenga su avance y Volodomir se reabastezca con leva forzada, mercenarios y equipo de la OTAN y EEUU? La aceptación de Putin de este alto al fuego no podría darse sin condiciones rigurosas y seguramente difíciles de aceptar para la OTAN, Ucrania y Estados Unidos. Hace algunos años, la región del Donbás pudo seguir siendo parte de Ucrania, ahora ya es muy poco probable. El dilema es, o despoblar el Donbás de sus 50% de ucranianos, o de su 40% de ucranianos de origen ruso. Vladimir y Volodomir tienen la palabra.

Esa estrategia devastadora de Rusia en Ucrania puede replicarse en el comercio. Rusia ha resistido bastante bien las sanciones impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos; no veo crisis económica radical en Rusia y sí en la Unión Europea, Gran Bretaña y Estados Unidos. Ahora bien, Trump está haciendo algo similar a la estrategia suicida de Zelenski pero con todos los países, incluidos sus principales socios comerciales. El enfrentamiento directo con Trump puede parecer hasta patriótico, pero no necesariamente es práctico, hay que cansar a la fiera. México no ha respondido con medidas agresivas, y creo que otros países están considerando hacer lo mismo: negociar puede no resolver algo pero da tiempo a reunir fuerzas y elegir frentes. Así seguirá hasta que Trump defina, este 2 de abril, su declaración ya oficial de guerra comercial. Hasta ahora, los instrumentos de resistencia menos lesivos son a través de negociación y colaboración. El 2 de abril se sabrá si se puede mantener total o parcialmente esta estrategia o se deba pasar a la respuesta dura y a la guerra comercial abierta y, como toda guerra, también despiadada. Por suerte no veo a la presidenta Sheinbaum intentando replicar a un Putin agresivo vestido de militar, o a un ridículo Felipe Calderón y su cosplay de “Juanito Garrison”. Muy bien que Marcelo Ebrard siga negociando con “sangre fría”; mucho mejor que la presidenta Sheinbaum mantenga la cabeza fría en este tema pero, sobre todo, que conserve el puño firme en lo que implique soberanía e independencia. Eso sí, en esta homérica “Arancelíada”, hay que esperar cualquier chapuza del dictadorzuelo gringo.

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// Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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