Por Félix Cortés Camarillo
Yo debo confesar de entrada que me encontré con esta historia hace muchos años en un estupendo reportaje, cuya lectura recomiendo, de Patrick Rudden Keefe para la revista The New Yorker con el título de “La familia que hizo del dolor un imperio”, publicado a finales de octubre de 2013.
Mis compañeros de oficio dirán que estoy haciendo lo que llamamos un refrito, y estoy de acuerdo. Si he decidido perpetrarlo, añadiendo datos de otras fuentes, es que doce años más tarde, el discurso político sobre el fentanilo y su mortalidad sigue desde Washington culpando a los mexicanos y su gobierno de sus males, y omitiendo el origen de las adicciones que están matando jóvenes en los Estados Unidos. El Meganarco.
En 1892, dos médicos llamados John Purdue Gray y George Frederick Bingham fundaron una empresa que llamaron Purdue Frederick Company. Se dedicaba a producir, como toda la farmacopea del siglo XIX, tónicos estimulantes como el que dio orígen a la Coca Cola, o calmantes, como el de ellos que era a base de gengibre y glicerina, para mitigar dolores. No les fue mal. Tanto, que en 1952 vendieron su compañía a dos médicos de apellido Sackler, descendientes de inmigrantes judíos de Galicia y Polonia. Ellos fueron los que convirtieron la compañía Purdue Frederick en Purdue Pharma LP.
Esta empresa ha sido desde 1991 la principlal, por mucho, productora en los Estados Unidos de analgésicos de alta potencia. Cito marcas: Ms Contin, Ryzalt, Hidromorfona, Oxicodona, Fentanilo, Codeína e Hidrocodona; especialmente OxyContin. Todos ellos caen bajo la sombrilla de los opióides, es decir productos sintéticos que tienen las narcóticas cualidades del opio, y que se basan en el clorhidrato de oxicodona, con una potencia que duplica la de la morfina.
Con la particularidad de que causan adicción más intensa.
El dolor, dicen los que saben de medicina, es una instrumento fundamental para el diagnóstico y el remedio de los males, pero al mismo tiempo es la última frontera en situaciones críticas. La medicina actual, antes de llegar a la eutanasia, admite la administración de morfina o de opiáceos, simplemente para mitigar los inmensos dolores que adivinamos de la postrimería. Todo sea por aliviar el dolor.
Sobre ese concepto, la familia Sackler, construyó una industria del dolor que les ha llevado a sus cuentas bancarias, según Forbes, trece mil millones de dólares.Y que en los primeros veinte años de este siglo causó medio millón de muertos por sobredosis de opiáceos, principalmente fentanilo y OxyContin, conseguidos con receta o sin ella. Los datos a la fecha son que al año, cien mil norteamericanos, especialmente jóvenes, mueren por sobredosis de estos opiáceos o los sustitutos que puedan encontrar en la calle.
Porque la responsabilidad de Purdue fue inducir, mediante campañas mediáticas y de corrupción admitida, a los médicos de los Estados Unidos a que receteran sus productos para combatir todo tipo de dolores; conscientes -como consta en los juicios que siguieron- que esos medicamentos causaban adicción.
En 1995, un tal Curtis Wright, de la Federal Drug Administration, FDA, que es la oficina del gobierno de allá que aprueba o reprueba los medicamentos en el mercado, le dio luz verde al OxyContin. Un año más tarde el señor Wright fue nombrado asesor de los laboratorios Purdue, con una salario bastante más alto que el que ganaba en el gobierno.
En México, eso suena familiar.
Ante la avalancha de demandas por su responsabilidad en las sobredósis de opiáceos, en 2019 Purdue Pharma L.P. comenzó a negociar un acuerdo de quiebra bajo el capítulo once de la ley, que liberaría a sus herederos de responsabilidad penal. En el 2022 un juez de quiebras aprobó que los Sackler entregarían seis mil millones de dólares a un fideicomiso para pagar a los damificados de su acción. Purdue fundó la empresa Knoa Pharma, que ahora fabrica y vende medicamentos para combatir las adicciones y revertir los efectos de los excesos.
Desde la Casa Blanca, el presidente Trump sigue diciendo que México no hace lo suficiente para reducir el número de los muertos por sobredósis de drogas de los jóvenes de los Estados Unidos.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Todas las tardes de mi niñez, el cielo de mi pueblo, Monterrey, se vestía de rojo cuando la Maestranza vertía la escoria de su fundición de acero sobre la margen poniente de su terreno. Y eso era bello. Ayer, la señora Presidente se reunió sobre esos mismos terrenos de aquella descarga humeante, con quien le dio la gana. Si le dio la gana encaró el problema de la contaminación de esta zona, que es MUY GRAVE.
Si, no, pues ya nos iremos acostumbrando. Aquí tenemos tradición en el aguante.