Por Félix Cortés Camarillo
Se dice que todo es posible en la paz. Hay que imaginar lo que será posible en la guerra.
Especialmente en una guerra económica como la que está desatando el señor Donald Trump, por el momento presidente del país más poderoso del mundo.
Es preciso no hacerse majes. Maje, en México y Centroamérica es un tonto, desprovisto de inteligencia o de razón. Hoy, lo único que sabemos de las intenciones de Donald Trump con su política arancelaria en contra de todo el mundo, para fortalecer la industria y la economía de su país, es que no sabemos nada.
Ni los gobernantes, ni los economistas expertos, ni los consultores, ni los más ricos ni los más pobres entendemos de qué manera nos va a afectar a nuestros bolsillos y vida las tarifas de aranceles de importación para todo lo que venga de fuera a Estados Unidos. Un poco de culpa la tenemos nosotros, que hemos tolerado y hasta aplaudido las deformaciones del lenguaje en su uso. Desde niños, les decimos americanos a los ciudadanos de los Estados Unidos y ellos consideran que América no es un continente desde Alaska a Tierra de Fuego sino un solo país, el del Destino Manifiesto.
Por eso no sorprende a nadie la bobería de renombrar el Golfo de México como el de América. Por eso es solamente lógica la doctrina de América para los Americanos y el slogan trumpista de MAGA (make America great again). En ese traspiés idiomático hay mar de fondo, que contradice, traiciona y anticipa la desaparición del Tratado de Libre Comercio de Norteamerica. Cosa que nadie debe ver con simpatía; especialmente Trump.
El miércoles, al día siguiente del día de los tontos en los países angloparlantes, el presidente Trump desmenuzará el galimatías de cómo se van a fijar los aranceles para los automóviles enviados a los Estados Unidos pero hechos en otro país. o tal ve no lo hará.
La balandronada fue rotunda: un 25% ciento de aranceles para todo y para todos. Pero luego viene el recule: los autos que vienen de México y Canadá tendrán que demostrar cada parte que los integran con una especie de acta de nacimiento. Aunque el TLMEC dice claramente que los productos fabricados en Estados Unidos, Canadá y México se consideran como originarios de la región y no pueden cobrarse cuotas e importación entre los tres. Esa dinámica, que es notoria en los automóviles se extiende a cualquer otro producto amparado por el TMEC. Comenzando por los combustibles, de los que los tres países integrantes dependen.
Yo entiendo la calma con la que la señora Presidenee Sheinbaum encara la incómoda situación. Ella le debe estar agradecida al patán de la Casa Blanca; sus torpes embestidas solamente la confinan al papel de sufrida víctima que cosecha simpatías y compasión.
Sólo que la simatía y, para el caso, la soberanía salvada, no se comen.
Yo sólo sé que no sabemos nada, y que el pelipintado nos va a sorprender. El león no es como lo pinta la Metro.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Hundidos en una fosa de contaminación ambiental, con el piso bordao en baches y la violencia desatada en todo el estado, Los nueoloneses deberíamos estar tranquilos. El gobernador mentirosillo a se coprometió a hacer diez megaparques con enormes pantallas y verbenas populares para que disfruemos los patidos del mundial de Futbol que ya vienen. Ni una sola oba de servicio público, puro betún y ornato, fiesta y francachela. Que tampoco habrá, como no habrá estaadio para los Tigres, líneas del metro, transpote eficiente o seguridad. Sólo en la paz de los sepulcros creo.