Por José Jaime Ruiz

Ningún escrito sobre la represión de 1968 de Octavio Paz, José Revueltas, Heberto Castillo, Luis González de Alba, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis… registra el nombre de Ernesto Zedillo Ponce de León, tampoco el de Enrique Krauze, un par de oscuros personajes de época. Enfebrecido mitómano, el ingeniero Krauze se inventa otra historia: “El verdadero hijo del 68”, tratando de provocar ingenuamente a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo quien, junto con su madre, visitaba frecuentemente Lecumberri, donde estaban recluidos los presos del 68. ¿Visitaron alguna vez Zedillo y Krauze a Pepe Revueltas y su compañero de celda, Martín Dosal (quien leía con fruición los poemas de Octavio Paz según consta en el libro México 68 Juventud y Revolución), ¿a Heberto?, ¿a González de Alba y tantos otros?
No, ni el ingeniero Krauze ni el doctor Zedillo militaron en las causas de los estudiantes (sólo las observaron), pero quieren retorcer la historia para afirmar lo contrario. Cuando lo viejo todavía no muere y lo nuevo no acaba de nacer se verifican los fenómenos morbosos más variados (Gramsci), la izquierda se derechiza y la derecha se izquierdiza: imponer a una “trotskista” (Xóchitl Gálvez) como candidata del conservadurismo, Carmen Aristegui contra Televisa, el periódico “izquierdista” El Soberano celebrando a despreciables personajes de la derecha (Adrián Rubalcava, Enrique Benítez), el youtuber Manuel Pedrero, instrumento de la ambición judicial de César Gutiérrez Priego.
Izquierdizado, la boutade del ingeniero Krauze publicada en Reforma es antológica: Ernesto Zedillo es el verdadero hijo del 68, y cita la militancia y calidad ética de quien, desde entonces y al contrario, tomó distancia de la lucha social y del pueblo: “Si en los tres años que asistí regularmente a la escuela tuvimos cinco días completos de clase, eran muchos […] la escuela pasaba por una crisis académica […] el trauma del 68 causó una gran descomposición… Era un momento muy traumático, muy difícil, había muchos compañeros que estaban en la cárcel o que habían pasado a otra vida”. Al “verdadero hijo del 68” le preocupaba más, en esos terribles tiempos, los días incompletos de clases y el encarcelamiento y muerte de compañeros fue un trauma personal, no una herida nacional, esta frivolidad lo pinta de cuerpo entero.
¿Qué hacía Sheinbaum entonces? Se lee en Milenio: “Claudia es hija del movimiento estudiantil de 1968, su madre Annie y su padre Carlos participaron activamente, convirtiéndose en sus primeros dos mentores políticos y que la llevaron a conocer al tercero: Raúl Álvarez Garín, dirigente encarcelado por el gobierno priista de Gustavo Díaz Ordaz y después exiliado en Chile.
“–¿Por qué están en la cárcel?–, preguntaba por entonces una Claudia de seis años de edad a sus padres, quienes los fines de semana la llevaban a visitar a sus compañeros presos en Lecumberri”.
Claudia Sheinbaum prefiguraba una historia política diferente para el país; Zedillo desfiguraba neoliberalmente la historia de México. Profesional del desfiguro, el ingeniero Krauze mueve a la carcajada: “…ese joven llamado Ernesto Zedillo llegaría a ser –sin buscarlo, en realidad– presidente de México y llevaría a cabo una reforma política cuya transcendencia sería solo comparable a la Constitución liberal de 1857 que la generación de Juárez puso en práctica por escasos diez años (1867-1876) y que Madero restauró, fugazmente, de noviembre de 1911 a febrero de 1913”. Si para el ingeniero Krauze, Enrique Alfaro es un Mariano Otero, Zedillo tiene la altura de Juárez y de Madero. Desafortunada demencia senil, ¿qué se puede esperar de alguien cuya nostalgia política es regresar a la dictadura perfecta?
¿Por qué están en la cárcel?, preguntaba semanalmente la niña Claudia a sus padres en sus visitas al palacio negro. La respuesta la dio Pepe Revueltas al escribir sobre Martín Dosal: “Un día cualquiera de este mes de julio, Martín cumplió 24 años y realmente esa es la cosa: está preso por tener 24 años, como los demás, todos los demás, ninguno de los cuales llega todavía a los treinta y por ello están presos, por ser jóvenes… No son los jóvenes ya obesos y solemnes de allá afuera, los secretarios particulares, los campeones de oratoria, los ganadores de flores naturales, los futuros caciques gordos de Cempoala, el sapo inmortal. Son el otro rostro de México, del México verdadero…”.
Enrique Krauze y Ernesto Zedillo nunca han sido el rostro verdadero de México. Secretarios particulares de la oligarquía, están en contra de los ciudadanos, son el rostro mentiroso, el rostro abominable de nuestra historia, engendros.
(José Jaime Ruiz: Escritor, poeta y periodista, es autor de los libros La cicatriz del naipe (Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde”), Manual del imperfecto político, Caldo de buitre y El mensaje de los cuervos. Es director fundador de la revista cultural PD. y de Posdata Editores. Dirige el periódico digital www.lostubos.com.)



