Por José Jaime Ruiz
La orquestación de periodistas y políticos antes de la llegada del nuevo embajador de los Estados Unidos en México, Ronald Johnson, sirvió como estrategia político-mediática de legitimación. Al armar el tinglado le extendieron una pasarela, cuyo desfile terminó en la Basílica de Guadalupe. Las fuerzas mediáticas –táctica– trataron de minar la fuerza de la 4T con Tim Golden y su “periodismo” especulativo en ProPublica hasta Carlos Loret de Mola con sus posts: “La presidenta dice que México no es piñata de nadie, pero el recuento de los últimos días es una paliza de Estados Unidos”. Al coro antipatriota se sumaron Salvador García Soto y Simón Lévy. Entre los políticos vendepatrias, Marko Cortés y Ricardo Anaya.
“Para la estrategia, la concepción de una base es una necesidad real, y sin duda constituye un mérito haberla establecido”, comenta Clausewitz en De la guerra. La derecha político-mediática le proporcionó una “base” para los movimientos intervencionistas de Johnson. La planificación de la llegada de Ronald, al estilo Sun Tzu, “creó” una atmósfera ficticia de “vulnerabilidad” de los gobiernos de la 4T en su lucha contra el crimen organizado. Planificación y engaño fueron sustantivos para la apertura del telón y la aparición del personaje: provocar fortaleza propia y debilidad en el adversario mexicano.
Doble cara, la orquestación del protocolo de las cartas credenciales inició con una campaña de desprestigio para México, contra Andrés Manuel López Obrador y contra la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Y con una campaña de prestigio con la falacia de que la solución de los problemas mexicanos se encuentra en el intervencionismo norteamericano (“México no puede”) y en la salvación que proporcionará el “héroe” gringo congraciándose con el pueblo: “Al llegar a México, como personas de fe, mi esposa Alina y yo visitamos a Nuestra Señora de Guadalupe para pedir sabiduría y fuerza en esta responsabilidad en beneficio de ambas naciones”.
La historia militar de Ronald Johnson destruye su historia diplomática (El Salvador, por ejemplo). No es un diplomático, es un militar que usar la “diplomacia” para sus fines injerencistas. En un artículo publicado en El Universal, García Soto aplaude: “…el emisario designado por Trump para librar su guerra contra los narcoterroristas mexicanos y sus redes en la política nacional, que ocurrirá –como ya ha empezado a verse en la escalada creciente desde Washington– con o sin la colaboración del gobierno mexicano”. El tributo de Marko Cortés es del súbdito: “Le deseo mucho éxito al Sr. Ron Johnson, quien hoy ha sido ratificado por el Senado estadounidense como Embajador de Estados Unidos en México. Hacemos votos para que la relación bilateral entre nuestros países se fortalezca con su llegada”. Desearle éxito al embajador del imperio es desear el fracaso de México.
Un extraño enemigo, precedido por un golpeteo mediático y político, llega a la embajada gringa en nuestro país, ni dejar hacer ni dejar pasar es una tarea inmediata de la izquierda: “¡Hey, Ronnie, bienvenido!, ¡te conozco bacalao, aunque vengas disfrazao!
(José Jaime Ruiz: Escritor, poeta y periodista, es autor de los libros La cicatriz del naipe (Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde”), Manual del imperfecto político, Caldo de buitre y El mensaje de los cuervos. Es director fundador de la revista cultural PD. y de Posdata Editores. Dirige el periódico digital www.lostubos.com.)



