Por Francisco Villarreal
Hace muchos años, un amigo a quien le gustaba jugar con el Tarot, me hizo una “lectura” muy curiosa. Una vez que cumplí los requisitos de barajar y cortar el mazo de cartas, desplegó algunas y, con mucha seriedad, me dictaminó un pasado remoto no muy edificante pero sí muy emocionante. Según él, en otras vidas fui un monje muy devoto pero bastante libertino, y también un colono tenaz, un guerrero despiadado y un seductor sin escrúpulos. Aquellas presuntas vidas, comparadas con mi aburrida vida actual, sí que debieron ser interesantes. Al final no sé si mi amigo el pitoniso intentaba ver en aquel pasado remoto o sólo describía aspectos latentes o evidentes de mi personalidad. Aquello despertó mi curiosidad sobre la Historia, no la mía sino la de todos. Creo firmemente en la resurrección del cuerpo, no como dogma sino como un reciclaje natural necesario. Respecto a la conciencia, como sin cuerpo no podría ser autónoma, no aseguraría que permanezca durante ese proceso. Sobre la transmigración, que podría ser el recurso de la conciencia para subsistir precariamente, no me cuadraban los números en vista del aumento progresivo de la población mundial. Aunque, retomando ideas orientales, pudiéramos completar las cifras si no nos limitamos a la especie humana. Es coherente si consideramos que muchos humanos tienen características bastante animales, en el peor y el mejor sentidos, y no pocos siguen siendo las mismas larvas carroñeras de la putrefacción sólo que metidos en cuerpos más complejos y a veces antinaturalmente anaranjados.
Más me convenzo de esa posible reencarnación de almas o conciencias cuando noto que hay ideas, que resurgen constantemente con más o menos fuerza a lo largo de los siglos. En cualquier caso, esas ideas se perfeccionarían cada vez, una tarea eterna de las presuntas conciencias “trasmigradas”. Perfeccionar el bien o el mal, donde cada impulso evolutivo se opone al otro, y con mucha frecuencia el contexto transmuta el bien en el mal, y viceversa. Por eso yo no creo mucho en la moral de manuales, ni religiosos ni laicos. ¿Seré otra vez ese monje que vislumbró mi amigo?
Por mero ejercicio intelectual, en tanto remojaba unos chiles secos para hacer un asado de puerco (receta de Atongo “de abajo”), me puse a meditar sobre el descarado fascismo ejercido en Estados Unidos desde la administración de Donald J. Trump, especialmente a la vista de la represión brutal contra migrantes en Los Ángeles, California. Con más intuición que pruebas, creo que las ubres de donde maman su ideología los ultraderechistas, especialmente los mentados “libertarios”, conservadores y demás bichos del CPAC, similares y conexos, son específicamente dos, chichis de dos cabras locas y narcolépticas: el Partido Republicano en Estados Unidos y VOX en España, ambos subsidiarios de siniestros capitales internacionales. Como conservador, he tenido mejor suerte yo al conservar chiles en vinagre y calabaza en miel de piloncillo. No se puede pretender conservar algo si para hacerlo hay que destruir. Siguen con devoción necia el clásico lema “Dios, patria y familia”, ahora sazonado con “libertad libertaria”, término que contradice a la libertad porque, como indica la Gramática, deja de ser genérico para volverse específico.
Para esta clase de seres, el avatar del “enemigo” se llama “comunismo”, un animal mitológico que apenas sobrevive en algunos membretes. Con dialéctica fodonga, usan indiscriminadamente “comunista” e “izquierdista”, que ni es lo mismo ni es igual. Además buscan desesperadamente ubicar a una “ultraizquierda” que justifique su “ultraderecha” más vocacional que ideológica. Debe ser un alivio asumirse radical ubicando o inventando un antagonista. No, los extremos en ideología no se tocan, son lo mismo. Así escucho un noticiero español donde se afirma la participación de grupos radicales de “izquierda” reaccionando violenta y provocadoramente a las redadas de Trump contra los migrantes en Los Ángeles. ¡Momentito! Las redadas son, indudablemente, acciones radicales de ultraderecha desde la administración federal. Es decir, la provocación contra una ciudad poblada en gran parte por descendientes de mexicanos y migrantes legales e ilegales. La movilización de la Guardia Nacional, que por ley debe hacerse a través de los gobernadores de los estados y esta vez no se hizo, no es sólo una provocación, también es una invasión en toda regla, además con amenaza cumplida de movilizar marines hacia California. Ninguna ley gringa autoriza una intervención militar directa desde la presidencia, sólo en caso de una revolución o una invasión. Ambos casos no existen sino en la retórica demente de Trump y su séquito.
De todos es conocida la tirria de Trump contra el gobierno demócrata de California y sus constantes insultos y amenazas contra la administración del gobernador Gavin Newsom. Es curioso que Trump acuse a Newson de incompetente cuando ha sido la propia incompetencia de Trump la que ha puesto de cabeza a la economía y la paz mundiales, y generado un desastre laboral y de salud pública en los Estados Unidos. No hay una insurrección, como alucina mañosamente Trump, ¡es una represión ilegal en toda regla! Pero no sólo se trata de meter una zancadilla a las aspiraciones políticas de Newsom, la provocación tiene también dedicatoria contra… ¡México! Reales o infiltradas, con la complicidad mediática, las banderas mexicanas que ondean en las protestas se están relacionando con todos los mexicanos. Además, porque Trump y sus secuaces saben bien que así presionan directamente al gobierno mexicano y crean de la nada un argumento adicional que les dé ventaja en cualquier negociación con nuestro país. Trump, completamente enloquecido, se descara y muestra que el poder presidencial que ejerce no es representativo sino militar. Si antes el mundo desconfiaba ya de la dizque ejemplar democracia estadounidense, este régimen la expone incapaz de reaccionar ante un dictador que ha parido esa misma democracia que, además, es obvio que no tomó ácido fólico durante el embarazo.
En breve, las redadas de ICE en Los Ángeles, que siguen siendo ilegales y ningún contrapeso institucional ha podido parar, no trataban de detener ilegales, siguen siendo redadas obviamente racistas y con la finalidad de generar indignación y una reacción instintiva. Las protestas, que no me sorprendería que fueran infiltradas desde los propios “magas”, son legítimas y legales, excepto cuando se desbordan en violencia y vandalismo. Obviamente, la brutalidad premeditada de los agentes de ICE intentó provocar eso, y lo logró. El control del desorden, que estaba focalizado en Los Ángeles, no en todo California, es responsabilidad del gobierno estatal y las alcaldías, no del gobierno federal. El despliegue de la Guardia Nacional no se hace por decisión del presidente, sino del gobernador; lo que hizo Trump fue ilegal. Desplegar marines es todavía peor, porque está creando una revolución ficticia que, si se caldean más los ánimos, puede volverse real. Y para acabar de arruinarlo todo, está creando condiciones para achacar mucha de esa violencia a México, por lo menos en el imaginario de los fanáticos de la locura trumpista que suelen creerse todo lo que dice su amado líder. Espero equivocarme, pero Trump no va a dar marcha atrás sino que presionará todavía más, ya tocará su turno a los demás estados…. Y eventualmente países. Los manifestantes de Los Ángeles no tienen muchas opciones cuando ni el Congreso ni el poder judicial estadounidenses han sido capaces de poner límites a la demencia presidencial. La única salida es batallar en las cortes, organizarse, reventarle el hígado a Trump con una resistencia pacífica, activa y de largo aliento. Se trata de llevar a los manifestantes ahora a las calles, pero eventualmente a las urnas. No hay muchas esperanzas para los estadounidenses porque hasta la destitución es insuficiente: el sucesor sería J. D. Vance, otro prófugo del mismo manicomio. Ahora que, viendo esa galería de terror que es el gabinete de Trump, me estoy convenciendo cada vez más que la reencarnación existe y que, de alguna manera, los peores especímenes humanos y animales se pusieron de acuerdo para encarnar en estos tiempos. Llegaron desde el pasado a imponernos el mundo distópico que intentaron aplicar hace un siglo en Europa, sólo que esta vez lo han perfeccionado, es decir, es todavía más aterrador que el de don Adolfo.



