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Johnson, Wallace, Trump y el “Che”

Por Francisco Villarreal

El 15 de noviembre de 2010, James Bonard Fowler, un simpático anciano agricultor de Geneva, Alabama, fue encontrado culpable de homicidio en segundo grado en perjuicio del joven Jimie Lee Jackson. Para la ley estadounidense, este tipo de homicidio es digamos que un poco menos grave: sí hay intención de matar, y acaso imprudencia, pero no hay premeditación. El propio Fowler había reconocido cinco años antes que sí cometió el crimen, aunque había olvidado o confundido los detalles. Se comprende porque para entonces el granjero tenía ya más de 70 años. Había vivido una larga vida como policía estatal en Alabama, oficial de la Marina en Corea, héroe de guerra en Vietnam, narcotraficante en Tailandia, para finalmente regresar a su origen agrícola en su terruño. Así que, bajo el criterio de las leyes estadounidenses y del juez, fue condenado a seis meses de prisión, de los que sólo cumplió cinco. El venerable homicida murió en el 2015, víctima del cáncer. Hasta aquí todo suena a una historia singular, pero no más que muchas otras. El tema es que Fawler disparó contra Jimie Lee Jackson el 18 de febrero de 1965. El joven activista negro participaba en la manifestación pacífica de una iglesia metodista a favor de los derechos civiles de los negros. El joven fue agredido dentro de una cafetería cuando protegía a su madre de la golpiza que propinaban los gorilas del gobernador demócrata y segregacionista George Wallace. Fowler disparó en el vientre de Jackson, pero aún herido los policías siguieron golpeándolo. Sobrevivió apenas unos días. El caso es que se condenó a Fowler por ese crimen ¡45 años después!

Es interesante lo que sucedió a partir de esa feroz represión contra los feligreses de aquella iglesia. Luego del incidente, los activistas negros que luchaban no sólo por su dignidad y seguridad, además por su derecho al voto, convocaron otras marchas pacíficas. Esas marchas ya habían costado vidas antes y cobraron más vidas, algunas fueron crímenes tan brutales como el de Jackson. El gobernador Wallace, que todavía no gobernaba desde una silla de ruedas, consideró las marchas como una amenaza para la seguridad en Alabama (el mismo pretexto de Trump) y se negó a proteger a los marchantes. Supongo que los activistas respiraron con alivio, porque gran parte de la represión que padecían provenía del propio gobierno estatal de Wallace. Aunque el caso es bastante complejo, sobre todo en sus implicaciones políticas, sucedió algo todavía más insólito. El 20 de marzo de 1965, el presidente de Estados Unidos Lyndon B. Johnson, se atrevió a federalizar a la Guardia Nacional de Alabama. Exactamente lo mismo que hizo Donald J. Trump en California. Sólo que hay una diferencia muy significativa. Johnson tomó el control de la Guardia Nacional de Alabama para garantizar la seguridad de los manifestantes negros y sus derechos civiles. Es claro que no se cumplían las condiciones que previenen las leyes de Estados Unidos sobre una invasión o una insurrección, pero sí en lo que concernía a un gobernador racista que, justificándose en la seguridad estatal, atentaba contra la seguridad de personas del propio estado impidiendo, además, la vigencia de leyes federales que la garantizaban. No era una amenaza baladí la de Wallace, eran hechos, una autoridad sanguinaria contra los negros. No había ninguna razón, sólo era su color de piel. No había discriminación entre negros honestos o negros delincuentes. No había diferencia entre jóvenes, viejos, niños o mujeres. Brutalidad pura, salvajismo, maldad refinada.

Y bueno… para eso sirven las órdenes presidenciales. Podrán causar enfrentamientos entre presidentes y gobernadores, pero siempre bajo la condición de proteger los derechos fundamentales de la población. Es obvio que Los Ángeles no es el caso. El uso de oficiales federales convertidos en viles y violentos secuestradores es una provocación, ahora llevada a los medios por la asesina de mascotas Kristi Noem para intentar involucrar a la presidenta de México en la perversa diplomacia de Trump. En lo personal, me molesta que la presidenta de México responda a una funcionaria estadounidense tan menor en todos los sentidos, incluyendo su función como ser humano. No hay diferencia entre una foto de Noem con el fondo de una prisión salvadoreña atiborrada de reos, y la foto de un grupo de sicarios de cualquier cartel mexicano mostrando a los adversarios que acaban de capturar y eventualmente asesinarán. Admito que las mentiras de Noem y cualquier mentira deben ponerse en evidencia. El caos en el que Trump ha hundido a su país y al mundo tiene como origen mentiras que se dejaron pasar. Cada discurso de Trump es un primoroso ramillete de mentiras e incoherencias que los medios de comunicación en Estados Unidos y en otros países, dejan pasar sin cuestionamientos. Ya no es sólo que un medio mienta por oficialismo o interés económico, es un deslinde muy cómodo para el periodismo irresponsable que, si se descubre la mentira, la achaca a una declaración oficial. El síndrome de Pilatos. La Libertad de Expresión no es convertir a los medios en muñecos de un ventrílocuo falaz, es, entre otras cosas, contrastar a la imaginación insidiosa con la realidad. Volviendo a la asesina de mascotas, la incompetente secretaria de Seguridad Nacional en Estados Unidos, es mentira y es ridículo achacar a Claudia Sheinbaum la incitación a la violencia en Los Ángeles para justificar la fantasía de Trump sobre una insurrección. La sicaria de Trump le atribuye demasiado poder a nuestra presidenta. ¿Cómo explicaría que se estén convocando más de mil ochocientas manifestaciones contra Trump en todos los estados de la Unión? ¿También a ellos los “incitó” Sheinbaum? ¿Qué dirá Noem ahora que su amado líder pretende desmarcarse de su terrorismo de estado dando una todavía muy cuestionable, tardía y muy seguramente insuficiente reversa a su política migratoria?

También es ilustrativo ver cómo en muchos medios de comunicación se califica a los eventuales manifestantes como “ultraizquierda”. Ahora resulta que cualquier protesta en contra de un gobierno autoritario es “ultraizquierdismo”. El estigma ya prefigura e intenta justificar la amenaza de Trump de movilizar guardias nacionales y tal vez al ejército en contra de su espejismo de insurrección, lo que en los hechos estaría sembrando la semilla de una verdadera guerra civil. El sábado, mientras se desplieguen las manifestaciones en su contra, Donald J.Trump festejará su cumpleaños número 79. No sé si le ofrecerán pastel con una hoguera de inquisidor al centro. Sí que usará millones de dólares de recursos públicos para festejarse. Hará marchar al ejército ante su “alteza serenísima”. Su pretexto es el “Día de la Bandera” (barras y estrellas), un aniversario que nunca se ha festejado así. A mí lo que me parece es que será una copia descarada de las marchas fascistas homenajeando a Hitler y a Mussolini, o más recientemente, las marchas socialistas en Corea del Norte para honrar a su líder Kim Jong-un en un país que oficialmente, igual que Estados Unidos, se autocalifica como “democracia”. Casualmente también se celebra mundialmente el “Día del donante de sangre”, que supongo que el gabinete vampírico de Trump celebrará también. Ah… y será el nonagésimo séptimo aniversario del natalicio de Ernesto “Che” Guevara, un líder comunista que ha trascendido más como afiche snob en gorras y camisetas que como impulso ideológico de la izquierda actual que, “ultra”, “light”, justa o mediocre, se atrinchera cada vez más en posiciones de empatía social no en la política.

Y a propósito de cacerías contra chivos expiatorios, concluyo con un fragmento, muy oportuno y actual, de la alocución del actor David Strathairn, que interpreta al célebre periodista Edward R. Murrow, de CBS, en la película “Good Night, and Good Luck”, del 2005, bastante fiel a los hechos reales. Sucede durante un enfrentamiento con el senador y virulento anticomunista Joseph McCarthy, demócrata primero y finalmente republicano. Han de disculpar la traducción googleada…

“(McCarthy) Demostró una vez más que cualquiera que lo desenmascare, cualquiera que no comparta su histérico desprecio por la decencia, la dignidad humana y los derechos garantizados por la Constitución, debe ser comunista o un simpatizante. El senador añadió el nombre de este reportero a una larga lista de personas e instituciones a las que ha acusado de servir a la causa comunista. Su propuesta es muy simple: cualquiera que critique o se oponga a los métodos del senador McCarthy debe ser comunista. Y si eso es cierto, hay muchísimos comunistas en este país.”

Ceterum censeo: Por enésima ocasión veo a un estadounidense californiano afirmar que no hay tal insurrección en California, ni siquiera en Los Ángeles. El inmigrante, actor y político republicano Arnold Schwarzenegger asegura que sí hay problemas, pero sólo en una minúscula zona del centro de Los Ángeles. Va más allá señalando que el origen del problema está en que se ha pospuesto por décadas una verdadera reforma migratoria. ¿Por qué? Porque el tema migratorio ha sido usado por los políticos, tanto republicanos como demócratas, para recaudar dinero. De paso dijo algo que es tan cierto en Estados Unidos como en México: los funcionarios públicos, una vez elegidos, no son servidores del pueblo sino de sus partidos.

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// Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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