Las manifestaciones del fin de semana en los Estados Unidos demostraron el poder de los inmigrantes y, desde la geografía y la demografía, mostraron que nosotros los necesitamos más a ellos que ellos a nosotros. En la retórica de la distancia es paupérrimo decir que son nobles y honestos trabajadores, y que nunca los dejaremos solos. Históricamente, los hemos dejado solos y, por el contrario, ellos siempre nos han acompañado, las imprescindibles remesas son la mayor evidencia. El eslogan “No Kings” se asume desde los inmigrantes latinos, pero sobre todo da cuenta, simbólicamente, de la emancipación de las 13 colonias y no es sorpresa que las protestas se concentraran en la costa Este y bajaran geográficamente desde Nueva Inglaterra.
Por su composición, California es un caso único, ni siquiera Texas es tan importante en las manifestaciones y Florida, después de lustros de sumisión cubana en el exilio, apenas repunta. La respuesta gubernamental mexicana a la criminalización de nuestros compatriotas debe trascender las frases hechas y los buenos deseos, la política de acompañamiento consular y de cuidados jurídicos. Hay que parar la agenda antiinmigrante del fascista Donald Trump con una contra agenda inteligente y firme. Si el neoliberalismo impuso la fuerza laboral mexicana como una mano de obra barata, no se puede reducir la fuerza inmigrante a solo mano de obra barata en Estados Unidos para la agricultura y los servicios.
La reunión de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo con el represor Donald Trump debe de trascender la agenda gringa de los aranceles y seguridad (México ya hace mucho en esos dos temas) y poner énfasis en nuestros migrantes. Ya pasó el tiempo de pedir, hay que exigir. A lo largo y ancho de los Estados Unidos existe una nación mexicana, una América Mexicana, una América Latina del Norte. El español es el segundo idioma más hablado en Estados Unidos, “según las estimaciones del Censo de 2023, unos 43,4 millones de estadounidenses –el 13,7% de la población de Estados Unidos de 5 años o más– hablan español en casa” (AP). Un idioma no se deporta por decreto.
Los datos presentados en una Mañanera del Pueblo por la presidenta de Latino Donor Collaborative, Ana Teresa Ramírez Rodríguez, son apabullantes: 37 millones de mexicoamericanos en Estados Unidos; el 60 por ciento de todos los latinos en Estados Unidos son mexicanos; 1 de cada 5 personas en Estados Unidos son latinos, el segundo grupo más grande, después de los anglosajones; 8 de cada 10 de los latinos en Estados Unidos habla inglés; el 93 por ciento de todos los jóvenes latinos en Estados Unidos son nacidos en Estados Unidos; 4 de cada 5 latinos son ciudadanos; la edad más populada de los latinos en Estados Unidos es 12 años, la edad más populada de los no latinos en Estados Unidos es 58 años; los latinos en Estados Unidos producen 3.6 billones de dólares del Producto Interno Bruto; si los latinos en Estados Unidos fueran una economía sola, serían la quinta economía más grande del mundo; si los latinos en Estados Unidos fueran una economía, serían la tercera más rápida en crecimiento de todas las economías más importantes, nada más China e India estarían creciendo más rápido; el 49.5 de todas las casas nuevas en Estados Unidos las compran los latinos; el 30 por ciento de los bebés nacidos en Estados Unidos son latinos, piensen en las votaciones en 18 años, 30 por ciento.
Para avanzar, hay que ser contrahegemónicos:
1) Fin inmediato de las ilegales redadas.
2) Fin inmediato de las ilegales deportaciones.
3) Ciudadanía estadounidense a quienes comprueben residencia de cinco años, al menos.
4) No a los nuevos impuestos a las remesas.
5) Respeto a los derechos humanos y propiciar el derecho al ejercicio político y los derechos sociales (salud, educación, vivienda).
No es un pliego petitorio, es una carta de “renaturalización”, de reconocimiento histórico, social y cultural a los mexicanos originarios y a los inmigrantes. Ni enchílame otra, ni enchilada completa, los inmigrantes no son sujetos de negociación. Frente a la resquebrajada hegemonía de Trump, la contrahegemonía legítima de América Mexicana, de América Latina del Norte. Gramsci advirtió sobre los políticos burgueses que juzgan los fenómenos sociales desde su impotencia y desde su miedo: “Para nosotros, y para todos aquellos que entienden algo del juego de fuerzas que hace la política, no se trata más que de una mosca labradora”. A la manera de Esopo: “…aramos, dijo la mosca, e iba encima del buey”. En la relación bilateral, por tanto, no hay que mosquearse, ya no es tiempo de impotencia, tampoco de miedo.
(José Jaime Ruiz: Escritor, poeta y periodista, es autor de los libros La cicatriz del naipe (Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde”), Manual del imperfecto político, Caldo de buitre y El mensaje de los cuervos. Es director fundador de la revista cultural PD. y de Posdata Editores. Dirige el periódico digital www.lostubos.com.)