Por Efrén Vázquez Esquivel
El «elefante en la sala” es una metáfora (figura retórica que traslada el significado de un concepto figurado a otro real, estableciendo una relación de semejanza o analogía entre ambos términos) que históricamente ha tenido múltiples usos.
Se dice que ésta la originó Ivan Andreevich Krylov, escritor ruso que en 1814 publicó El hombre inquisitivo, en la que se refiere a un hombre que recorría un museo y notaba todo tipo de pequeños detalles, pero no percibió un elefante. Después Dostoievski retoma esta idea en Los endemoniados.
Sin embargo, en la literatura universal aparecen otros elefantes en la sala, con ciertas variantes, como el caso de El traje nuevo del emperador, de Hans Christian Andersen, inspirado en el conde Lucanor de 1335.
En nuestro entorno existen muchos “elefantes” similares: problemas tan grandes y evidentes que resulta incómodo reconocerlos. Como la necesidad de reconocer que una cosa es la profesión de abogado y otra la de juez y fiscal, lo que obliga a crear una escuela nacional de la judicatura y la fiscalía que no dependa del Poder judicial, para formar jueces y fiscales.Se prefiere seguir con jueces empíricos.
La semana pasada, el consejero del INE, Arturo Castillo, llegó con un paquete que abrió delante de todos, del cual sacó un pequeño elefante inflado y dijo: “Quiero referirme al elefante en la sala del que nadie quiere hablar: los llamados acordeones. Y el problema es evidente: la totalidad de las candidaturas ganadoras en los órganos nacionales —esto es, en la Suprema Corte, el Tribunal de Disciplina Judicial, la Sala Superior y en cuatro de las cinco Salas Regionales del Tribunal Electoral, con excepción de la Sala Regional Toluca— coinciden con las promovidas en los llamados acordeones”.
Pero, mucho ojo: también el consejero Castillo —seguido por otros tres— pasaron por alto al elefante en la sala. Solo mencionó que el pasado 1 de junio, Morena repartió acordeones, pero omitió decir que todos los demás partidos —PAN, PRI, PVEM y PT— hicieron exactamente lo mismo. No hubo posibilidad de votar sin acordeón. ¿Habría dicho lo mismo si los candidatos del PRIAN hubieran resultado ganadores?