Por José Jaime Ruiz
Los intelectuales de derecha se equivocan más que Nostradamus. Para el padre de la fantasmal deriva autoritaria, Roger Bartra, en 2018 Andrés Manuel López Obrador obtendría mucho menos que 30 millones de votos y, un sexenio después, vaticinó que Claudia Sheinbaum Pardo obtendría muchos menos votos que AMLO. La realidad lo desmintió. Bartra también dijo que, “si gana la línea oficial, creo que la Marea Rosa continuará teniendo una función importante para frenar en lo posible las opciones más autocráticas”. Ya nos acostumbramos a que los intelectuales de derecha y los infodémicos (Riva Palacio) se equivoquen diariamente. Una de las exquisiteces de Bartra fue confesar que sus fuentes eran Amparo Casar, Anabel Hernández y Elena Chávez; nada mal, para Enrique Krauze Latinus es como el Proceso de Julio Scherer y Ernesto Zedillo es el verdadero hijo del ’68.
Un trastorno de estrés postraumático domina las emociones intelectuales, mediáticas y políticas de la derecha mexicana. Las elecciones de 2018 y 2024 los traumatizaron. La hiperactividad emocional los condiciona al recuerdo perenne de Andrés Manuel López Obrador, su peor pesadilla; se encadenan al flashback de los 36 millones de votos de Sheinbaum y al trauma del Plan C con la democratización del Poder Judicial. No es extraño entonces que a Alejandro Junco lo obnubile la Ley de Telecomunicaciones.
Desencantado, su campaña en Reforma huele a desilusión, fracaso: “Aplicarán ‘Ley Espía’ los jueces ‘carnales’”, un titular que merece estar antologado en la historia mediática de la desinformación. A falta de evidencias, Junco editorializa. Se lo repite Pepe Merino, se lo repite la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, pero su trastorno de estrés postraumático insiste en su línea editorial: «si la realidad no es como yo la percibo, Alejandro Junco, peor para la realidad». Trastornado, Alejandro Junco exhibe sentimientos de desesperanza, vergüenza y nostalgia por el antiguo régimen. No entiende la carnalidad de la democracia en la elección judicial. Los traumas se superan, échale ganas, carnal.
La Ley de Telecomunicaciones no espía ni censura. Sigue la legislación vigente; sólo por orden judicial es posible intervenir teléfonos. En cambio, rescatamos los derechos de las audiencias a la información, como ordena el 6.º constitucional.https://t.co/0YeVpeQTq5 pic.twitter.com/yrMLv0hfVg— Claudia Sheinbaum Pardo (@Claudiashein) July 1, 2025