Por José Jaime Ruiz
Además de nada, ¿qué hacen los legisladores del des/Honorable Congreso del Estado Libre y Soberano de Nuevo León? Los ciudadanos de nuestro estado bien pueden prescindir de todas y todos los diputados y Nuevo León seguirá viviendo, trabajando, estudiando, amando. Los diputados son una carga onerosa que paga la gente porque a nadie representan, o sí, a ellos mismos y sus partidos políticos, nunca a los ciudadanos. No importa el rezago legislativo, eso es una trampa para ingenuos porque las iniciativas son para el escaparate, como bien lo señaló en un artículo reciente Eloy Garza.
El rezago político, ideológico, cognitivo, es otro. Viviríamos mejor sin este Congreso mediocre, sometido a los intereses electorales y fácticos. Como si el bostezo no bastara, nuestras diputadas y diputados se encargan de gastar los impuestos nuevoleoneses en vacaciones intensas y extensas o en el derroche de automóviles: “Bajo el argumento de que desde hace seis años no renuevan los vehículos, el Congreso del Estado de Nuevo León busca adquirir en el actual periodo 42 nuevos coches para uso laboral de la totalidad de los diputados”, informó Milenio.
“Con las leyes pasa como con las salchichas, es mejor no ver cómo se hacen”, dicen que dijo Otto von Bismarck. Pues eso, son tan parásitos los miembros de esta Legislatura que es mejor no ver cómo se las gastan en curules disolutas y corruptelas. En este circo los enanos no crecen. Presencia y acción, legisladores de altura, van ejemplos: Hiram de León, Américo Ramírez, César Garza Villarreal, Chabelo Meza, Liliana Flores Benavides, Juventino González Ramos, Raymundo Flores Elizondo, Héctor Gutiérrez de la Garza, Ernesto Tijerina, Pedro Vázquez, Arturo Salinas, Enrique Barrios, Ramón Salas, Pedro Morales, José Ángel Alvarado, Héctor García, Josefina Villarreal y otros que quedan en el tintero. Los del florero, los actuales. Ni para la historiografía registrar el vigente enanismo intelectual y político como oficio… legislativo.
