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Por Francisco Villarreal

Cuando muera, en mi funeral y el par de días que durará el luto, no faltará la muletilla clásica: “¡Tan bueno que era!” Como no es necesario demostrarlo, es una afirmación muy útil, porque al menos en mi caso, como en el del joven activista MAGA asesinado en Estados Unidos, es más fácil establecer mi bonhomía por decreto que demostrarla. Los viejos somos proclives a volvernos radicales respecto a la muerte de otros, tal vez porque estamos demasiado cerca de cerrar el telón. No siempre nos conduele, y con frecuencia la tratamos de explicar e incluso justificar. Solamente la condolencia nos humaniza. Lo demás de alguna forma sería contradecir el quinto mandamiento, “No matarás”, aunque siempre habrá listos que desoigan a Jesús y atiendan más al Yahvé del Sinaí que condicionó el divino salvoconducto sólo al “inocente” y al “justo”, interpretando muy desaseadamente a la inocencia y a la justicia. Ampliando la cita del Éxodo dice: “No participes en una acusación falsa ni causes la muerte del inocente ni del justo, pues no voy a declarar justo al malvado”. ¿Vale entonces matar al malvado? Jesús diría que no. Ese capítulo 23 del Éxodo no tiene desperdicio, inicia con un duro peñascazo en la cabeza de la humanidad, y además apuntala un principio deontológico del periodismo, de la opinonología chambona y de los fanáticos en general: “No divulgues una noticia falsa. No colabores con alguien malvado dando un testimonio malintencionado. No sigas a la mayoría de la gente para hacer cosas malas, ni des un testimonio que vaya en contra de la justicia tan solo por apoyar a la mayoría”. ¡Vivimos engañados! Hasta el más ferviente seguidor de los “Diez Mandamientos”, los viola. No se salva ni el Papa. Pero como se trata de palabras, todos nos sentimos un poco teólogos y un poco semánticos, y nos inventamos una rendija para colarnos en el Cielo, así seamos los peores homicidas, los líderes más abyectos, los periodistas más corruptos, o los militantes más estúpidos. Total: siempre se dirá de nosotros, “¡Tan bueno que era!”. Incluso nos entusiasma probar antes un poco de esa póstuma canonización laica con homenajes públicos, premios, encuestas, o masivas cenas de “líderes influyentes” (una versión light de 300 espartanos atorados en el despeñadero de la verdad).

Yahvé no se anda por las ramas y sigue pontificando con cosas como: “No oprimas a ningún residente extranjero. Ustedes saben lo que es ser extranjero, pues fueron residentes extranjeros en la tierra de Egipto”. Claro que la feligresía MAGA y su arzobispo primado de  White House, no se dan por aludidos porque si alguno fue a Egipto, seguro lo hizo para montarse en un camello para tomarse una foto con las pirámides de fondo. Las pirámides, una maravilla del mundo antiguo y actual, porque sí que maravilla que se mantengan en pie aguantando las ganas de caerles encima a esos turistas enconosos. Pero tal vez no lo hacen más bien por corrección diplomática o por miedo a ser declaradas izquierdistas y/o terroristas y ser demolidas con todo y momias por orden del loco furioso de Mar-a-Lago. En el último de los casos, el “magismo” siempre podrá argumentar que Yavhé se refería a los judíos no a ellos que siguen a Jesús; y cuando les estorben los preceptos de Jesús, se remitirán a los de Yavhé, que después de todo es el papá de Jesús, su superior jerárquico. Yo usaba ese mismo truco para escamotear permisos entre papá y mamá. Desde cualquier perspectiva, el asesinato del joven Kirk no es aceptable. Ningún asesinato lo es bajo ningún código moral o religioso. Kirk, aún con su rabiosa y fanática postura trumpista, no es la excepción, y en eso los una vez más furiosos republicanos tienen razón. Incluso cuando son muy selectivos, porque no reaccionaron igual cuando tampoco merecieron ser asesinados o agredidos los demócratas que han sido víctimas del veneno trumpista soplado en las orejas de los estadounidenses. Tanto la muerte de Kirk y de izquierdistas no surgen de diferencias políticas sino de odio, un odio irracional, demente, que tiene su vocería suprema y pontificia en la Casa Blanca, en un presidente que juró gobernar para el bien de todos y, una vez en el poder, seleccionó sólo a sus propios “todos”. Más claro no puede ser cuando usa, sí, USA el asesinato de uno de sus seguidores para proponer una persecución contra la “izquierda radical”, contra los “progresistas”, culpándolos del crimen. No importa que el asesino confeso pero todavía legalmente presunto, no entre ni aceitándolo en el modelo “izquierdista” o “progresista”, ni siquiera en el demócrata. El muchachito de formación republicana, cuya cabeza debe estar envenenada por la violencia que emana del mefítico trumpismo, cabe más en la horma MAGA que en otra filiación. Suponiendo sin conceder que sea el asesino, a reserva del dictamen legal, el joven no entendió, como sí lo entendería cualquiera con un mínimo de cordura y humanidad, que ese tipo de tiradores siempre tienen mala puntería, porque pueden matar a un ser humano, pero nunca sus ideas. Kirk, y me pesa el decirlo, sigue vivo en sus ideas, nefastas, viles, inhumanas, pero inmunes a las balas, vulnerables sólo a las leyes. En otras palabras, su asesinato fue absurdo e inútil para cualquier objetivo que se haya planteado su presunto asesino. El niño debe sentirse muy estúpido al ver cómo Trump y su horda están capitalizando su crimen. Como dice el refrán: “Nadie sabe para quién trabaja”.

A riesgo de que se me niegue una visa que nunca he tenido la intención de pedir, creo que el joven Kirk no es un mártir, no murió por defender sus ideas, ni su religión, ni su trabajo, ni su familia, ni su patrimonio. Murió por el capricho de un muchachito alienado por la violencia que el propio Kirk predicaba. Mártires no son sólo los que padecieron a Nerón o a Diocleciano. Mártires sí son los palestinos en Gaza, y hasta los migrantes en Estados Unidos. Tal vez más pronto que temprano, también habrá mártires entre los disidentes del trumpismo. Si no sabemos qué decir sobre la absurda muerte del joven Kirk, quedémonos con la muletilla “¡Tan bueno que era!”. Y aunque odiemos su prédica, odiemos más el crimen. Al final hay otra muletilla popular que suena retórica pero es contundente: “¡Ya está juzgado de Dios!”. Un consuelo muy flaco cuando la justicia humana no es ciega sino selectiva. Vale al menos para los que todavía tienen fe.

Post Scriptum: Muchas veces se me han atorado las ideas al releer el famoso monólogo de Hamlet, “To be or not to be”, sufrir o rebelarse. De pronto amanezco con la propuesta de otro dilema para los mexicanos: ¿MAGA o MAAC? La duda me duró tres segundos: lo mismo pero más barato. Muy su gusto y su derecho del “tío Richie” fundar un movimiento sin más consistencia ideológica que ser enemigo visceral, que no político, de otro movimiento que sí tiene ideología o por lo menos un proyecto sólido y eficiente. Los MAACas inician cometiendo el mismo error que la oposición a la 4T, porque para aprovechar políticamente la eventual distancia entre la nueva élite “cuatrotetista” y los ciudadanos, primero hay que ser ciudadano intachable, luego conocer a los ciudadanos, pero a nivel de calle no desde el balcón. Lo que me recuerda al famoso “enano del tapanco” que pudo callar a los escandalosos que interrumpían su sueño; pero la leyenda no dice qué pasó cuando los rijosos se dieron cuenta que la única arma de su censor eran los gritos, las mismas armas de ellos que, además, tenían puñetazos y patadas. Una de dos: o se burlaron o se unieron contra el metiche. Suerte con su MAAC, que necesitará mucho más que un puñado de medios de comunicación alineados; muchísimo más que periodistas, intelectuales y opinólogos desprestigiados; y una enorme inversión en redes sociales… Nada más para empezar.

José Francisco Villarreal ejerció el periodismo noticioso y cultural desde los años 80. Fue guionista y jefe de información en Televisa Monterrey. Editó publicaciones y dirigió el área de noticias en Núcleo Radio Monterrey. Durante el neolítico cultural de Nuevo León, fue miembro del staff del suplemento cultural “Aquí Vamos”, de periódico “El Porvenir”; además fue becario de la segunda generación del Centro de Escritores de Nuevo León. Ha publicado dos poemarios: “Transgresiones” y “Odres Viejos”. Actualmente en retiro laboral, cuida palomas heridas y perros ancianos mientras reinventa la Casa de los Usher.

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// Francisco VIllarreal

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Autor: lostubos
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