Por Francisco Villarreal
Hace poco recordé mucho a mi difunto tío (abuelo) Bartolo (Bartolomé). Por inercia, busqué imágenes de aquel afable exorcista, santo y apóstol. ¡Nunca lo hubiera hecho! Ahí estaba el desafortunado san Bartolomé, siempre desollado, con el cuchillo de su martirio en una mano y cargando con su propia piel. La vieja revista “Alarma” era más discreta. Entrado en gastos, me puse a dar un repaso rápido a la “Legenda Aurea”, el santoral comentado por un obispo italiano del siglo XIII. El libro es una colección impresionante de fantasía y propaganda. Era como hojear (y ojear) los medios de comunicación actuales (convencionales y alternativos). Entiendo el objetivo evangelizador en la Edad Media, muy distinto al del cristianismo original. Es una pena que se cambiaran los argumentos evangélicos para estimular la compasión y la piedad a través del horror y la culpa. Supongo que de entonces data la noción de que aquellos cristianos torturados son los mártires por excelencia, y que un mártir es el faro de honradez, dignidad y santidad para los que lo sobreviven. En el siglo XIII y los subsecuentes, se olvidó que todos aquellos mártires cristianos no fueron una excepción. Muchos más paganos y herejes cristianos fueron asesinados de manera igual o peor. A esos nadie los eligió como guías religiosos, morales, sociales o políticos; nadie les organizó protestas o marchas. Sin mercadotecnia de por medio, simplemente murieron (aunque eso de morir sin dejar secuelas, ni esquelas, ni escuelas, no deja de ser un buen final para cualquiera).El caso es que el uso de mártires como instrumento de propaganda no es nuevo. Lo mismo pasa con los “héroes” muertos en una lucha política o una causa social. Me da la impresión que a la gente le gusta tener mártires, religiosos o no, y que de alguna manera facilita que siempre haya disponibles, de preferencia útiles para cualquier “contingencia” religiosa, política, social, etc. Aunque con poco impacto, recién se intentó una canonización ideológica para el activista estadounidense de ultraderecha Charlie Kirk. Hay por lo menos un par de razones para que sólo permanezca como icono de un pequeño culto sectario y supremacista. Una es que un método tan violento y escandaloso para asesinar es más coherente con el radicalismo que él promovía, algo que confirmó el perfil de su presunto asesino. Otra razón es que la evangelización de ese culto laico no puede prosperar mucho a la sombra del excesivo protagonismo (narcisismo) de Donald J Trump. En México, la ultraderecha internacional disfrazada de oposición local, tomó la muerte del michoacano Carlos Manzo para investirlo como mártir de la democracia. Si no recuerdo mal, ya teníamos uno oficial, don Pancho Madero, aunque se relegó un poco a don Chema Pino Suárez, que compartió el martirio. El “efecto Manzo” en esta “Leyenda Áurea” de la ultraderecha internacional no funcionó. Los propios deudos del difunto alcalde se deslindaron evidentemente durante la “marcha Z”; hay más disidencias que coincidencias con ese movimiento michoacano. Tampoco lograron provocar alguna “baja sensible” durante el asalto fallido de mercenarios contra el Palacio Nacional. La desangelada “segunda marcha Z” sirvió nada más para demostrar, entre otras cosas, el nado sincronizado de medios nacionales e internacionales que habían magnificado una violencia prefabricada para mostrar un país en llamas y un régimen en crisis; otra, no menos importante, fue que al margen de Ibope, el rating de los medios que comanda el “Tío Richie” no representa convocatoria social alguna. “Hechos” es sólo saliva, ponzoña y, con frecuencia, baba. La ultraderecha internacional demostró que no conoce México, y que los afiliados locales a esa secta satánica tal vez lo conozcan, pero desprecian a los mexicanos.
Para el martirologio oportunista, cualquier muerte sirve; y si no la hay, la crea. El atentado reciente contra dos guardias nacionales en Washington D. C., es, como cualquier otro crimen, un hecho deplorable. Como de costumbre, Trump se exhibe justificando una nueva persecución. No nos incumbe en lo inmediato, sólo crispa los nervios de los estadounidenses ante el fascismo flagrante de su gobierno, y pone en la mira a los afganos dentro y fuera de Afganistán. Aunque el caso sí nos interesa, porque este hecho se inscribe en un evidente complot internacional por reivindicar un fascismo revisado y reforzado, más inhumano y en gran escala. El veneno ya fluye en varios países de América Latina. En medio de esta diplomacia vitriólica, México se ha fortalecido geopolíticamente desde el inicio oficial de la Cuarta Transformación. A duras penas, pero se ha sacudido bastante la tutela estadounidense, aunque no por completo. No es un logro de Morena y sus aliados, es un logro de los ciudadanos que, con el voto masivo y la aprobación a dos regímenes, está forzándoles a dar seguimiento a un movimiento social, no político. La oposición prianperredista y empresarial, sigue tutelada por Mar-a-Lago y Madrid intentando generar una revolución en México, pero al revés, desde la cúspide no desde la base. Lo que en buen castellano se llamaría “golpe de estado”. La intensidad del golpe no importa: duro o blando, pero se trata de un golpe de estado. El modelo puede identificarse en otros países de América Latina. La religión nefanda “Make America Great Again” no busca la grandeza de un pueblo sino la hegemonía militar y económica de una élite, la expansión de una clase dominante: el sapo hinchado en la madriguera del conejo.
Los movimientos de “protesta” en México, la Ley de Aguas, los precios del maíz, y otros más, no son temas que no puedan resolverse en un diálogo público, transparente, con argumentos. No es necesario bloquear calles o carreteras. No es necesario inmovilizar dependencias oficiales. No es necesario agredir a los ciudadanos. De hecho, en estos tiempos, estas marchas y bloqueos son reminiscencias de tiempos en los que los gobiernos (de los tres niveles) se negaban al diálogo, y pocos medios se atrevían a resonar las demandas de cara a los ciudadanos. Ya no es el caso. Los medios, su gran mayoría, están más que dispuestos a sobredimensionar todo lo que se oponga a las medidas del régimen, sean justas o no. El colmo fue la violenta mojiganga de la “marcha Z”, con cobertura completa desde una cadena de TV y con ecos coordinados en medios y “opinólogos”. En todos los casos se pretende falsificar con estruendo y teatro una crisis política y social que no existe, no al menos en toda la geografía nacional. Estas peregrinaciones a la basílica del terror tienen un sustento que puede debatirse, pero esto no es lo que se pretende. La idea es inundar las primeras planas con desplazamientos masivos, reales o artificiales, pero coordinados y programados. La respuesta se redimensiona en medios nacionales e mundiales subsidiarios de la ultraderecha internacional, y siempre resultan en una nueva declaración ofensiva y/o amenazante del Atila senil de Washington. La presión es evidente, y la intención es clara: reventar el gobierno de México.
¿La renuncia de Gertz Manero es parte de esto? No lo sé, pero es útil. El señor ahora es otro mártir de la chaparra ultraderecha mexicana. Estaban muy cómodos en tanto, durante varios años, la autónoma fiscalía fue más visible por las filtraciones a medios que por resultados. Era tan inútil como la fiscalía de Estados Unidos, pero no subordinada al Poder Ejecutivo como Pam Bondy a los caprichos de Trump; no era una FGR aliada a la 4T, ni a Morena y sus aliados, sino a sabrá Dios qué intereses. En este momento, en tanto se define la nueva titularidad, es urgente elegir a un “abogado del diablo”, como ese que en los procesos católicos de canonización tiene la función de oponerse a la santificación del candidato. Urge que desde una instancia investigadora objetiva, imparcial, legal y legítima, se desenmascare a los falsos mártires laicos y se exponga a los verdaderos. Sobre todo porque, revisando la historia del martirologio patriótico mexicano, muchos de nuestros “héroes” nacionales ni lo fueron ni tenían la intención de serlo. Simplemente el caso Manzo, si bien exhibe una situación crítica en Michoacán y en otros estados, no es un hecho heroico. Hay cientos, miles de casos de ciudadanos que tuvieron el mismo fin, y con frecuencia uno peor. Todos son mártires. El infortunado alcalde ahora se perfila como estandarte de un movimiento político, no social. No son los dirigentes (ideólogos) de un movimiento los que los llevan a gobernar sino la espontanea decisión de los ciudadanos. Ninguna de las propuestas del “movimiento del sombrero” es ni será Carlos Manzo. A nivel nacional, y me atrevo a suponer que incluso en Michoacán, nadie conoció su ideología política si no, y muy escasamente, sus propuestas para combatir al narcotráfico y a la corrupción. Eso no es ni siquiera el germen de un partido político y es una anémica agenda para un proyecto, sea municipal, estatal y nacional.
Obviamente, ante tan poca información sobre este “movimiento del sombrero”, cualquier partido o movimiento opositor (nacional o internacional) podrá filtrarse. No ha sucedido todavía, pero seguramente sucederá. Un mártir útil, pero ante la prisa de la ultraderecha internacional por imponerse, puede haber más. Insisto en que urgen instancias creíbles, objetivas y transparentes que le quiten velas y exvotos a los falsos altares. No sería excepcional que el martirio de algunos de esos “mártires” haya sido obra de sus propios feligreses. La Leyenda Áurea de la ultraderecha no ha terminado de escribirse. Aunque no lo parezca, la redacción de esta insidiosa “Leyenda Áurea” podría al final convertirse en un Apocalipsis.



