Por Francisco Tijerina Elguezabal.
“El acento es el alma del discurso”
Jean Jacques Rousseau
Tendríamos que pensar, pero ya, en cambiar la aburrida, monótona y sobre todo inservible dinámica de los debates que organizan las autoridades electorales en tiempos de campaña. Soy cierto, son más aburridos que un partido de golf por radio.
Ayer fui uno de los pocos incautos que se reventó el debate entre candidatos a la gubernatura de Nuevo León “organizado” (comillas porque es un decir) por la Comisión Estatal Electoral. El formato es soso, tonto, insulso, aburrido y que de tanto cuidarse termina por ser un “café de juevecitos” de amigas que no se toleran pero que se procuran (no vaya a hablar una mal de otra y no se enteren).
Domingo por la tarde, la gente metida en otros temas, el Monterrey jugando su pase para semifinales y programan la que en teoría debería ser una batalla campal, todos contra todos o todos contra uno, da igual, pero resulta que aunque ponen un montón de canales de TV y transmisiones de Internet, nadie los mira.
Pero más allá del acartonamiento derivado de un pésimo diseño en el formato, está la falta de visión de los equipos de campaña que no se enteran que el punto toral no es el debate en sí mismo, sino el post debate y las noticias que el encuentro genera, la importancia de la percepción por encima de la realidad.
Todos ayer estaban medianamente preparados para el encuentro. Samuel se preocupó por llevar su grafiquita de encuesta que ahora sí mostró correctamente, aunque nadie alcanzó a verla pues sólo la enseñó por escasos segundos; Adrián se vio sobrio y dedicó su tiempo a las propuestas, con algún buscapiés a Samuel. Larrazabal sorprendió con su ataque al niño naranja y Clara Luz respondió con valor y coraje a la aseveración de Samuel de que nada tenía que ver con un reportaje en un medio nacional.
Con todo y lo anterior, todos perdieron irremediablemente la oportunidad de utilizar el encuentro para lo más importante en una campaña: agenciarse votos.
Fríos, acartonados, sin proyección, con un pésimo lenguaje corporal (sobre todo Samuel), hablan y hablan y no convencen.
Del resto hay poco qué decir: Carolina sobreactuada con sus temas soft; el doctor Jacques insistiendo en jugar al yo-yo como si se tratase de un infomercial y sólo le faltó decir “vote ya”, y a Daney la prepararon tanto que le quitaron la frescura y aunque tuvo más juego con su voz, terminó fría e impersonal.
Un debate puede cambiar el rumbo de una elección y esto es algo que en la mayoría de las elecciones en México no terminan de comprender, porque no se trata de lo que digan los candidatos ni cómo lo digan, sino en el arte del diseño y la estrategia, el cual, está por demás visto, es a lo que menos atención ponen.