Por Carlos Chavarría
A medida que la interconexión en la actividad del mundo como lo conocemos se hace cada vez mas instantánea, cobra más relevancia el comprender que el concepto de “largo plazo” es la distancia, medida en tiempo, entre dos crisis sucesivas. Ya estamos sumidos en un tobogán de acontecimientos como ocurrió en 1973 con la Guerra del Yom Kipur.
En aquella ocasión, el conflicto árabe- israelí [https://unctad.org/topic/palestinian-people/The-question-of-Palestine] derivó en la aplicación de un embargo petrolero de los países árabes como medida de presión para lograr acuerdos y alcanzar la liberación del territorio del Sinaí que estaba ocupado por los israelíes.
Israel se “retiró” de la Franja de Gaza en 2005 derivado de acuerdos con la ONU, pero en realidad el control de accesos a la zona es todavía ejercido por los judíos, y la organización palestina Hamas nunca ha aceptado el nebuloso estado de las cosas como la normalidad prevaleciente[https://www.rand.org/pubs/research_reports/RR740-1.html].
Detrás de la historia del Oriente Medio nada es fortuito y, por el contrario, cada evento es premeditado y orquestado con gran precisión debido a la importancia geopolítica de la zona en cuestión. El arreglo de “dos Estados” y una guerra de baja intensidad [https://www.un.org/unispal/document/auto-insert-187519/] no parece satisfacer a ninguna de las dos partes y aquellos países que son los hombros sobre los que descansa esa solución que aún se encuentra vigente.
A pesar de los costos directos e indirectos implícitos, palestinos e israelíes continúan con sus demandas de soberanía absoluta y no se retirarán. La paz en esas tierras es una paz espuria. Los impulsores psicosociales de la guerra ahora se ven magnificados por los problemas económicos que agobian a la región por completo [https://www.un.org/press/en/2021/sc14521.doc.htm].
Hoy, sin duda, el mundo es diferente, la Guerra Fría de antes, ahora es un casino donde solo apuestan los mas grandes, y se asocian para anotarse tantos a su favor, el motivo es la abundancia de liquidez que se inyectó a la economía mundial desde la crisis de 2008 y ahora se ha visto incrementado para sostener con vida artificial al paciente económico bajo la presión de la pandemia “covidiana”. Se trata de destruir efectivo para aumentar el capital y la excusa es buena, un conflicto ya ancestral recurrente sin solución, que a decir de los actores del mismo libreto, lo justifica todo.
El largo plazo es la distancia entre dos crisis. Como nos agarraría en México una nueva crisis económica como la que se avecina amenazadora? En las peores circunstancias.
En primer lugar estamos sumidos en una deliberación electoral inverosímil, donde elegiremos si el país se va al “carajo” gracias a su iracundo presidente o se paraliza por medio de un congreso que no lo deje gobernar hasta que el tiempo se agote para ambos modelos de futuro sin saber de un resultado previsible.
Tenemos un gobierno y país endeudados, sin reservas de efectivo suficientes, una economía deprimida, no tenemos excedentes de petróleo para allegarnos ni capital para explotar los yacimientos potenciales, y una cuenta corriente que depende en casi todo de un solo país, los EEUU.
No es bueno el panorama sobre el entorno y si el gobierno no lo quiere ver ni actuar, como sociedad estamos obligados a cuidarnos y prevenir lo posible y que esté en nuestras manos, la economía de nuestras familias.
El mundo y México no viven en tiempos fáciles y la prudencia se hace cada vez más elusiva. El reloj de la historia y las crisis parecen que trabajan lentos, pero son inexorables y eso nos obliga a planear para un ambiente hostil y para una posible turbulencia que, si bien vendrá de “afuera”, estamos obligados a sobrevivir de la mejor manera.
No podemos engañarnos, si nuestros líderes sociales, políticos y no políticos no quieren aceptar que estamos y vamos mal, persistiendo en su asincronía con la realidad imperante y seguir perder el tiempo, debemos aceptarlos como un lastre más, pero no desalentarnos.
Paguemos nuestras deudas, ahorremos como y cuanto se pueda, trabajemos mucho, y la solidaridad que podamos desplegar hacia nuestros cercanos, tratemos de extenderla para todos pues vienen momentos complejos.
“Nunca dejemos que una crisis se vaya a la basura, son la oportunidad que tenemos para hacer cosas que antes pensamos no seríamos capaces de hacer”. Rahm Emanuel, político norteamericano, ex alcalde de Chicago.