Por José Jaime Ruiz
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@ruizjosejaime
Cualquier representante de la sociedad del espectáculo está en su derecho de participar políticamente y apoyar a un candidato. Para mí eso no está en discusión. Hay dos problemas que surgen de la participación de miembros de la mal llamada “avanzada regia” en el reciente video del candidato de Movimiento Ciudadano a la gubernatura de Nuevo León, Samuel García.
Tradicionalmente la “onda grupera” fue contratada por diversos candidatos para presentarse en la Macroplaza, casi siempre en el cierre de campaña. Raymundo Flores se cansó de soltar de a grapa a los grupos que representaba, pero aguantó lustros. Y, sin embargo, una cosa es cobrar por el cierre de campaña y otra muy diferente hacer propaganda explícita, como lo hacen en el video de Samuel García, Genitallica, Jonaz y Pato Machete.
Como participan en una campaña política, los miembros de Genitallica, Pato Machete y Jonaz debieran aclarar si son ideológicamente partidarios del candidato de MC o si cobraron por su participación en la videopropaganda y a cuánto ascienden los montos. Lo anterior es imprescindible para esclarecer los gastos de campaña y si no se ha cruzado el umbral del tope.
El candidato del PRI, Adrián de la Garza, también utiliza a miembros del espectáculo, en este caso deportivo, para apuntalar su campaña. Se “deja felicitar” por Troy Aikman, el famoso ex quarterback de los Vaqueros de Dallas. A diferencia del video de Samuel, el “apoyo” de Troy a Adrián no ha causado furor. Cuando Monterrey dejó de ser ideológicamente unidimensional, el equipo de futbol Tigres tuvo más seguidores que los Rayados y, en preferencias del americano, crecieron los fans de los Acereros (a quienes les va Adrián), Nueva Inglaterra y hasta Denver.
En la delgada línea roja de la facturación y los topes de campaña, Samuel y Adrián juegan al filo. ¿Y Jonaz, Genitallica y Pato Machete? Pues como decían los poetas: hoy son todo aquello contra lo que lucharon a los veinte años o, nerudianos, nosotros los de entonces, ya no somos los mismos. A la rebeldía ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
