Eloy Garza González.
A los regiomontanos no nos gustan los gobernantes mesiánicos. Hemos tenido políticos de muchos cortes, pero por lo general, con los pies en la tierra. Esto no lo sabe Luis Donaldo Colosio porque no es de Monterrey.
Una de tantas pruebas de que a Luis Donaldo le vale ser regiomontano está en sus panorámicos. Aparece en primer plano, dándole la espalda al Cerro de la Silla y apuntando con el dedo índice hacia la Ciudad de México. Acompaña su imagen con la frase: “Otro México renace en Monterrey”.
A los regiomontanos no nos gusta que nos pongan a la Ciudad de México por delante, como dando a entender que nos usarán un ratito, “de por mientras”, para luego irse a gobernar a otro lado. Nos ofende que nos usen como plato de segunda mesa.
Si Luis Donaldo escuchara tantito a Samuel García comprendería que el centro ha sido injusto (Convenio Fiscal). En Nuevo León solemos apuntar hacia el Cerro de la Silla y no somos trampolín de nadie y menos de quien no comparte nuestros sudores y canas verdes.
Y sigo con lo más grave. A los césares romanos les encantaba verse esculpidos en mármol, con el brazo levantado y el dedo índice apuntando a Roma, el centro del Imperio. Este ademán es el colmo del mesianismo. Siglos después se lo copiaron los fascistas italianos y húngaros.
Aquí cultivamos lo sencillo y lo práctico, de ahí el cortadillo norteño. Andamos en la calle, discutimos, nos reímos y damos la cara. “Héroes en mangas de camisa”, nos definió nuestro paisano Alfonso Reyes.
Sin embargo, Luis Donaldo lo quiere hacer a su modo, o sea, al estilo sonorense. Finalmente, los regiomontanos somos muy solidarios. Tanto, que a los amigos en cada carne asada, les decimos compadres. Aquí todos somos parientes. Por eso Samuel, aunque tenga sus piques, defendió a Colosio, su compadre, por el asunto de su falsa residencia. Y Colosio le regresó la copa a su compadre dándole puras desconocidas.
Si Colosio se porta así con su compadre que lo ha defendido, ¿qué esperará el resto de los regiomontanos?
