Por Obed Campos.
No sé usted, pero a mí ya me tienen hasta el copete (de hueso) las campañas electorales, convertidas en esta temporada más en un circo de tres pistas que en un ring de lucha libre, más mexicano y más divertido al menos.
Lo de lucha a muerte con apuestas de “máscara contra cabellera” no se dio, porque ni los debates tuvieron la fuerza para darle sabor al caldo, y porque ninguno de los candidatos y la candidata a la gubernatura se quitaron la máscara en ningún momento, aunque, a jalones, dados por ellos mismos, sí estuvieron a punto de perder la cabellera.
Ahí tiene usted que, montado en su macho, como coloquialmente se dice, Samuel García no quiso ceder el estacionamiento de la Arena Monterrey para que continuaran las labores de vacunación contra el Covid-19.
No sé si en el pecado llevó la penitencia, pero los videos y las fotos, de un Samuel arengando a una multitud invisible, me recordó al mismo Samuel declarándose campeón de un debate imaginario que fallidamente organizó El Norte/Reforma.
Si alguien quisiera ponerle nombre a la campaña del candidato de Movimiento Naranja, los observadores le dirían que fue pura soberbia y sueños guajiros (más otros perniciosos detalles, como la misoginia y el derroche), los que colorearon la “cruzada samuelina”.
Oiga, pero estos yerros no son exclusivos del “candidato naranja” y su equipo: Morena por su parte fracasó rotundamente en Nuevo León, por los errores de su abanderada Clara Luz Flores, muy parecidos a los de Samuel, pero también por la altanería de gente en su equipo, como Sergio Gutiérrez, quien se vende a sí mismo, como un gurú electoral.
Tan fallida ha sido la campaña de “Luz Clarita” que hasta Poncho Romo ya adelantó que se van a anular las elecciones y Morena saldría con un (a) nuevo (a) candidato (a) en la segunda, que según él, será la vencida.
Y aunque es cierto, que, como en el beisbol, esto no se acaba hasta que se acaba, lo de ayer domingo puede bien ser una muestra de qué lado masca la iguana electoral en Nuevo León.
Y los capitanes de los barcos (salvo el del Titanic, claro) saben dar golpes de timón, que, en este caso salven la embarcación-campaña.
Y aunque el verdadero recuento de los daños se conocerá allá por las 8 o 9 de la noche del próximo domingo, los samuelistas deben de entender de una vez una lección, y esta es que sólo les queda en este momento tener un buen equipo de representación en casillas… Y a pesar las ofertas jugosas de mil 500 pesos por cabeza para el “Día D”, parece que no lo tienen.