Por Francisco Tijerina Elguezabal.
“Pero no hay que
llorar / hay que saber perder /
lo mismo pierde un hombre, / que una mujer”
Abel Domínguez
Tomo prestado el “Cancionero” de mi admirado Félix Cortés Camarillo y la famosa canción de Abel Domínguez de “Hay que saber perder” para comentar detalles de la elección del domingo anterior en el Pueblo Mágico de Santiago, Nuevo León.
Tras una campaña exitosa el candidato del PRI-PRD a la alcaldía, David de la Peña, se impuso al resto de los contendientes sacando una ventaja de casi 12 puntos porcentuales por encima de su más cercano competidor, casi tres mil votos de diferencia.
La fórmula fue sencilla: era el único que ofrecía continuidad a una buena gestión de dos periodos del actual alcalde, Javier Caballero, con propuestas concretas de necesidades específicas en puntos clave que necesita la comunidad.
Los contendientes, en su mayoría, han aceptado el resultado de los comicios al grado de que ayer tres de ellos se reunieron con el virtual triunfador para charlar sobre la jornada electoral y poner a su disposición sus planes, programas y proyectos en beneficio de la ciudadanía del Pueblo Mágico.
Sin embargo, el que alcanzó el segundo lugar no está conforme con el resultado y sin aportar pruebas acusa que le robaron la elección; le secunda un grupúsculo de eternos inconformes que durante años se han especializado en victimizarse y lloriquear, pero que nunca han demostrado sus teorías de que les han ganado una elección a la mala.
Nadie se sube al ring de una contienda pensando en que va a perder, pero es claro que en términos reales se debe tener conciencia de que al igual que existe la posibilidad de ganar, también se puede perder y aquí es donde entra el título de la melodía, porque para jugar este y cualquier otro juego “hay que saber perder”.
No bastan los deseos del novel aspirante y sus ilusas ideas de que le han robado la elección si no tiene forma de demostrarlo. De nada sirven los gritos de sus corifeos si no son capaces de demostrar dónde, cómo y cuándo se hizo el presunto fraude.
Y si lo anterior no es civilizado y políticamente correcto, mucho menos lo es el andar con bravuconadas y amenazas, intentando sublevar el cotarro, cuando en términos reales no hay para dónde hacerse. Él empezó a perder cuando tras el debate oficial le levantó la mano al candidato de otro partido y luego reculó para retomar su campaña. ¿O ya se le olvidó?
“Hay que saber perder” dice la canción y esto aplica no sólo para el perdedor inconforme, sino también para algún sujeto que se tragó las mentiras del fallido contendiente de Santiago y tras la elección tuvo la osadía de echarle encima la caballería a un encuestador serio por haber fallado en su pronóstico en otro municipio, aunque el especialista en encuestas erró dentro de sus márgenes anunciados. No fue igual al que con su “big data” falló por 12 puntos y tras el escandaloso yerro simplemente hizo mutis.
“Hay que saber perder”.