Por Francisco Villarreal
Pues los diputados locales reformaron la Ley de Educación. Tan educados ellos. Tal vez tenga cosas interesantes sobre derechos y acceso a la educación pública. A como veo, la aplicación de esa ley no será fácil. El próximo nuevo nuevo gobierno tendrá que hacer alarde de ingenio para sacar recursos no sólo para la educación, sino ¡para todo! Podría, tal vez, rifar el nuevo nuevo estadio de Tigres. Que, como se estila en estos tiempos, se podría rifar varias veces sin deshacerse de él, y así se tendría una entrada constante de recursos. Pero esos son detallitos.
Lo que sí me da un poco de escozor es ver cómo en la nueva ley se refuerza la tutela del estado para proporcionar información cuyo origen no es precisamente científico. Que no me digan que los diputados locales consultaron asesores especializados en Metafísica, porque es muy humano que busquemos asesores no para contrastar nuestras opiniones sino para reforzarlas. Todos lo hacemos. Y los diputados locales son muy humanos… ¡y a veces todavía peores!
Me parece de una soberbia inexcusable que un grupo de políticos con una variopinta formación académica (si la hay), generalmente muy ajena a las disciplinas científicas, dictamine en una ley tan categóricamente sobre el inicio de la vida humana, y además filtre ese criterio a todos a través de la enseñanza.
Si no han sido capaces de cuadrar bien la revisión de cuentas públicas, que es sólo cosa de comparar cifras, revisar datos y hacer operaciones de aritmética simple, ¿cómo pueden dar categoría de ley al momento tan impreciso en el que inicia la vida humana, que no sólo implica vida orgánica, también conciencia y mecanismos de acción no condicionados ni instintivos sino reflexivos?
Hasta la más razonable explicación del origen de la vida en la Tierra se asume modestamente como hipótesis en la comunidad científica (me gusta la del “ferro-azufre”, me hace sentir “transformer” evolucionado). Pero estos arrogantes alquimistas de bancada sí se atreven a legislar sobre especulaciones y dogmas. El momento de la concepción de cualquier ser vivo no deja de ser sólo el planteamiento de una hipótesis. ¿Cómo pueden saber en qué momento las células del embrión dejan de actuar como ordenadores no racionales creando órganos como energúmenas y empiezan a subordinarse a un cerebro autoconsciente? ¿Cada célula tiene una consciencia chiquita que unida a las demás forma una conscienzota única y ya bien humana? ¿Fui un suicida parcial cuando mi apéndice, harto de mí, reventó? ¿Desde cuándo yo soy yo? ¿Debo dejar de celebrar mi cumpleaños y hacer fiesta el aniversario de mi concepción? ¿De qué signo zodiacal voy a ser ahora?
No me escandaliza que los diputados locales crean lo que acordaron creer, sino que quieran que los demás también lo crean por decreto. Porque una formación escolar condicionada a excluir otras formas de entender la vida humana no es otra cosa que un dogma. Aunque un escolar tenga una educación familiar distinta y científica, o una religión diferente, la enseñanza básica oficial así planteada lo marcará toda su vida.
Yo todavía tengo problemas psicológicos con los repollos y las cigüeñas… Lo único que me gusta del KFC es la ensalada de repollo, y la como con culpa edípica y matricida. Por lo visto, lo más seguro es que la próxima reforma a las leyes locales incluirá la normativa de que las violaciones no fecundan a las mujeres. Bajo la lógica legislativa, si esa certeza científica era incuestionable en la Edad Media, debe ser verdad.
¿Humanismo legislativo? ¿Cultura de la vida? ¡Pamplinas! Puras trampas de la (mala) fe. No olvidemos: las dictaduras imponen criterios; las democracias, concilian diferencias. Si hasta Dios, el dictador por excelencia, nos dio la opción del libre albedrío…