Por Félix Cortés Camarillo
Como la mayor parte de las culturas orientales, de Israel para allá, la japonesa es profundamente endogámica, negada al mestizaje; los matrimonios mixtos son rarísimos. En mi afortunadamente prolongada vida solamente he conocido a una mujer japonesa -por cierto virtuosa violinista- casada con un mexicano; lo que no quiere decir que no exista ese fenómeno. Ese vicio ancestral lo comparten los chinos, vietnamitas, indios, laosianos o nacionales de Sri Lanka.
Esa es una de las razones por las que cuesta entender que Japón haya realizado de manera ejemplar los juegos olímpicos que ayer terminaron y que se distinguen por su carácter incluyente.
Cierto, el espíritu proclamado de los juegos olímpicos de la era moderna es esa asamblea de las juventudes atléticas de los cinco continentes que los aros de su emblema significan. También es verdad que el fenómeno de las transmigraciones ha producido una reconsideración de las ciudadanías y las nacionalidades.
Así, hubo ayer medallistas representantes de Bélgica u Holanda que nacieron en Somalia. De la misma manera, en todos los deportes hay alemanes que son rusos, o suecos que son turcos, norteamericanos que son de Zacatecas, o ingleses de Pakistán.
Gracias a Dios.
La intolerancia racial es algo que por fortuna tiende a ceder, aunque nos vamos a tardar un par de generaciones para que desaparezca del todo.
En lo de Tokio, no debemos pasar por alto que una gran cantidad de ciudadanos japoneses, que se estima arriba de la mitad, mantuvo hasta el final su rechazo a la mera realización de los juegos, dada la condición de la pandemia que nos tiene hoy más azorados que nunca, y a su costo enorme. El primer ministro Yoshihide Suga -quien apenas en 2020 sustituyó por motivos de salud a su correligionario Shinzo Abe- se está jugando su futuro político, no hay duda.
Los juegos de Tokio serán recordados además, por la práctica eficiente de las cualidades que definen a los japoneses: honradez, orden, disciplina, sentido de comunidad y uso de la tecnología.
Por mi formación debo hacer mención especial a la excelente producción visual de las transmisiones de televisión. No se trata solamente de la increíble profusión de cámaras y la colocación de ellas; lo más importante fue su uso, con una sensibilidad y creatividad inagotables. El detalle de manos, pies, ojos, instrumentos y emociones nos acercaron a la humanidad de todos los atletas en todo momento, de una manera sin precedente.
En tanto a los resultados meramente deportivos, la diversidad racial que avanza y las transformaciones políticas de este siglo trajeron algunas sorpresas.
Ciertamente, el medallero fue dominado por la República Popular China, cuyo régimen político sigue anclado en la Guerra Fría, en la que el Estado sigue dedicando recursos amplios y empeño cuidadoso en el cultivo de niños y jóvenes con dotes deportivas, para que se conviertan en atletas profesionales y den lustre internacional al país. Por ahí anda la caída de las gimnastas rusas, otrora soviéticas dominantes en plataforma y aparatos, amén de otras sorpresas en las carreras cortas de pista.
De la actuación de los deportistas mexicanos es necesario decir que desde la comodidad de un sofá, cerveza en mano frente a un televisor, es muy fácil despreciar la colección de cuartos lugares que nuestros atletas alcanzaron o las cuatro medallas de bronce que vienen en camino a nuestro país. Ser cuarto lugar en algo en el mundo es algo muy meritorio.
El esfuerzo y el empeño de esas muchachas y muchachos es digno de respeto y aplauso. Si no fueron más altos, más rápidos o más fuertes hay que buscar las causas en el mal manejo del deporte oficial del gobierno mexicano. Un mal que no se puede atribuir solamente a la cuarta simulación.
Pero dijimos deporte y tolerancia. Como se dice en Casablanca: Siempre tendremos París.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): con todo respeto, señor presidente, es cierto que con el 30 por ciento de mexicanos vacunados la cifra de muertos no se ha disparado como la de contagios. Pero eso de que se redujo en un 80 por ciento está muy jalado de los pelos, como todas las estadísticas de su gobierno sobre la pandemia.
felixcortescama@gmail.com