Por José Jaime Ruiz
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@ruizjosejaime
El punto de inflexión del 2021 es muy diferente al 2015. Jaime Rodríguez Calderón, como gobernador electo y gobernador constitucional, dilapidó el bono democrático que los ciudadanos le dieron a su “independencia” del PRIAN. Dijo a los nuevoleoneses que vomitó su pasado priista pero, en los hechos, no se diferenció notablemente de Rodrigo Medina de la Cruz.
Hoy Samuel Alejandro García Sepúlveda intenta marcar diferencia, hasta ahora, inútilmente. A pesar de su abrumadora mayoría, El Bronco no pudo acabar con el PRIAN. Sexenio, más que gris, opaco, sus chistes cotidianos acabaron por ser no solo pésimos, también de mal gusto. Sus aventuras de Libro vaquero, en su pretensión western de obtener la Presidencia de la República, lo desmadraron. Muy temprano mostró el colmillo de la corrupción con el cobijagate.
Casi “quote” de la serie «Misión imposible», al condicionarlo los ciudadanos, le pueden decir: “Tu misión, Samuel Alejandro, si acaso decides aceptarla, es diferenciarte radicalmente de Rodrigo y El Bronco. Si así no lo hicieres, los ciudadanos te condenarán. Este mensaje se autodestruirá en… lo que deseen de segundos”.
Las carreras políticas de Rodrigo y Jaime acabaron, no hay futuro. Si Samuel Alejandro, desde su juventud, comente o reproduce los mismos errores, no tendrá porvenir en los espacios públicos de la política.
Hace algunos o bastantes años, Hanna Arendt reflexionaba: “Nuestra pregunta actual surge de experiencias políticas muy reales: de la desgracia que la política ya ha ocasionado en nuestro siglo y de la mucho mayor que todavía amenaza ocasionar. De aquí que nuestra pregunta suene mucho más radical, mucho más agresiva y mucho más desesperada: ¿tiene, pues, la política todavía algún sentido?”.
¿Cuál es el sentido para la política en Nuevo León? Si el Bronco ganó con una enorme representatividad, Samuel Alejandro, no. Si el Bronco deshizo la política de composición, a través de las decisiones ineptas de Manuel González, su secretario de Gobierno, ¿qué hay que esperar de la improvisación del gabinete de García Sepúlveda?
Existen doce años de desgracia pública en Nuevo León. Con sus grandes errores, José Natividad González Parás fue el último gobernador que entendió la historia de nuestro estado. La necesidad de la inversión social y la obra pública. Nunca estará a la altura de Raúl Rangel Frías, tampoco del represor Alfonso Martínez Domínguez. Santiago Vidaurri y Bernardo Reyes, harina de otro costal.
Existe una disputa por los poderes públicos de Nuevo León o, como lo dice el nuevoleonés Gabriel Zaid, la propiedad privada de las funciones públicas. Asistimos, para deformar a Lenin, a la enfermedad infantil del “poscapitalismo”: el enriquecimiento ilícito de la propiedad pública que se presenta como prestigiado y que deviene en impunidad. ¿Quiénes frenarán saqueos?
El Poder Legislativo, manejado por un PRIAN dividido, ni Paco Cienfuegos (PRI) ni Chefo Salgado (PAN) tienen a sus supuestos respectivos diputados. Habrá otra disputa. El arribo de Arturo Salinas a la presidencia del Tribunal Superior de Justicia abre otro boquete a la gobernabilidad del Poder Ejecutivo. Si Samuel Alejandro no ha negociado con los fiscales de Nuevo León, tampoco tendrá movilidad política. Decidir los presupuestos no está, totalmente, en la mano ejecutiva. ¿Con cuántos alcaldes cuenta el gobernador electo? Jalisco no mantendrá el erario de Nuevo León. Eso pasa por el Legislativo de AMLO.
Tu misión, Samuel Alejandro, difícil. Discutir o disputar, he ahí el dilema.