Por Carlos Chavarría
El abandono de la aventura afgana por parte de los EEUU ha desatado una reacción general condenatoria del regreso al poder de los talibanes. El énfasis ocurre sobre todo en el tema de las restricciones de todo tipo, que imponen los musulmanes radicales a sus ciudadanos, pero en especial a todas las mujeres.
El propio Biden premoniza que los talibanes no podrán alcanzar la cohesión social necesaria para sostenerse como gobierno y responde a una comunidad que, como todas, aspira a más que el solo cumplimiento de las normas emanadas de cualquier interpretación del Corán.
Se nos olvida que la parte de la humanidad que cree en el pensamiento liberal no estamos tan libres de culpa como para juzgar, pues siempre hemos fallado tratándose de asuntos que están en las fronteras entre imperativos éticos, como son la libertad en la autodeterminación y el albedrío de personas y grupos, y el beneficio colectivo.
Si nuestras conductas son tangentes y no se cruzan con las de otros, actuamos con absoluta pasividad a pesar de saber y ver la auto destrucción de los demás. De hecho “el respeto al derecho ajeno (a matarse) es la paz” es la norma juarista ya adoptada y adaptada a toda circunstancia para justificar el no actuar y ni siquiera pronunciarse al respecto.
Entonces resulta que es ético no actuar ante la destrucción auto inflingida por personas o grupos de ellas. Confunde mucho pensar porqué la geopolítica condena en Afganistán, lo que se acepta de muchos países de África o de América Latina o en el mejor de los casos ameritara alguna sesuda conferencia al respecto.
Este paradigma tan lógico y ético parte de la falsa premisa de que todos los seres humanos poseen el mismo nivel de pensamiento y habilidades sintético-analíticas para comprender y actuar por y para el mismo marco primario de valores, como si hubiera una super estructura de silogismos que sostiene a todos por igual, a sabiendas de que no es así, y aun los mas poderosos olvidan el designio de arreglar su casa antes de criticar la del vecino.
Tan limítrofe es el juicio sobre los talibanes y su maltrato a las mujeres, como el comercio de menores entre los grupos mexicanos, pobladores originarios del sureste mexicano, tanto como el joven que fue violado por un diputado. Pero nadie se pronuncia al respecto categóricamente.
A pesar de que el pensamiento liberal ha cumplido ya 300 años todavía los líderes del mundo no tienen el empaque ético suficiente para entender que alejarse del fondo liberal ha cambio de ventajas de corto plazo solo crea debilidades hasta para el más clásico actuar liberal.
La geografía de nuestro planeta y su confrontación con el proceso histórico, ha convertido a ciertos países en piezas claves para la estabilidad de los centros poder. México, Siria, Corea, Argelia, Sudáfrica, Hong Kong, y otros más, entre ellos Afganistán, puerta entre Asia y Europa [https://www.pbs.org/newshour/politics/asia-jan-june11-timeline-afghanistan] , deben cargar aparte de sus problemas para el desarrollo, con las veleidades del juego entre los grandes intereses mundiales.
La antigua URSS, los EEUU y otros de sus aliados han mantenido no solo Afganistán, sino a otros también a países sometidos dentro de la órbita de sus “intereses” ante posibles amenazas que le den ventajas a sus competidores del Grupo de los 8. ¿Acaso eso no es un problema limítrofe que ya no debería existir si fueran de verdad liberales?
“La hipocresía exterior siendo gran pecado en lo moral, es grande virtud en la política”. Francisco de Quevedo.