Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda,
ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz;
ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado,
ojalá que el deseo se vaya tras de ti.
A tu viejo gobierno, de difuntos y flores”
Silvio Rodríguez
Ojalá, lo digo en serio, porque nada me gustaría más que equivocarme y que este mal presagio sea sólo eso, una pesadilla de mi pesimista conciencia que con los años busca y rebusca protegerse de todo.
Ojalá, lo digo en serio, esta decisión de volver a las aulas “llueve, truene o relampaguee” no termine siendo un desastre, porque las condiciones están dadas para formar una verdadera hecatombe.
Y no se equivoquen, ya dejen de discutir por tonterías, que si las instalaciones, la pintura, la hierba, lo realmente importante está en el aspecto de salud, en los protocolos, en la forma en que acudirán nuestros niños y jóvenes y sobre todo en el cómo interactuarán.
Ojalá que las autoridades extiendan esas acciones mínimas al llegar a las escuelas (toma de temperatura, aplicación de gel, supervisión de mantenimiento constante del cubrebocas), a muchas más al regresar a los hogares, porque ahí puede venir el problema… que los alumnos al volver se quiten de inmediato las ropas y estas vayan directo a lavarse o por lo menos al remojo, que se introduzcan a bañarse y que sus útiles y libros sean sanitizados. Esto reducirá las posibilidades de llevar a casa la infección.
Ojalá, lo digo muy en serio, que quienes estuvieron friegue y friegue por el regreso a clases presenciales no tengan que arrepentirse de su visión y su prisa; ojalá, lo digo con más verdad que nunca, no deban sufrir por la enfermedad o el fallecimiento de un niño cercano.
Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda…