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…porque lo que más quería

atrás me lo iba dejando…

Juanito Valderrana, Juan Serrapi, El Emigrante

            La migración ha sido igualmente detonador y consecuencia de la globalización que estamos consumando este siglo. Durante el siglo veinte, el traslado enorme de individuos, familias, comunidades y pueblos enteros determinó la conformación como gran potencia mundial de los Estados Unidos de Norteamérica. Por causas diversas, la migración polaca, italiana, rusa, alemana, mexicana, judía, entre muchas otras, se fundieron en ese crisol maravilloso que es América.

            La quiebra del colonialismo tradicional obligó a las potencias coloniales de abolengo como Gran Bretaña, Holanda, Portugal, tuvieran que asimilar a nacionales de ultramar, por decir algunos, de la India, Pakistán, Congo o Somalia.

            Nuestro siglo será recordado probablemente por la pandemia que nos está diezmando la población, pero al mismo tiempo por la migración incesante que está cambiando la configuración étnica que tiene muy preocupados a los europeos, especialmente a los de los países del Centro, en los que se han reactivado las corrientes racistas, como en Hungría.

            Nadie deja su tierra por voluntad propia. Todas las caravanas o flotillas de migrantes que vienen cruzando el territorio de México, o se están muriendo de insolación o ahogados en el Mediterráneo, no escogieron ese arduo destino porque quisieran abandonar terruño, familia, lengua, cultura y patrimonio escaso. Se van, simplemente soñando que van a encontrar una vida refundada en un país del que desconocen todo, pero que no puede ser peor que la violencia, injusticia, persecución o simple hambre que tienen en su tierra.

            La muestra mejor registrada y más antigua es el éxodo de los judíos. El más reciente y dramático ejemplo es el de los afganos hoy todavía amontonados en el aeropuerto de Kabul esperando cada vez con menos probabilidades treparse a un avión que los lleve a cualquier parte.

            La Humanidad del futuro recordará nuestro siglo como aquel en que nosotros, sus antecesores, desaprovechamos la oportunidad de salvar al planeta evitando su sobrecalentamiento y provocando el deshielo de los glaciares que gradualmente se están comiendo silenciosamente las playas y los litorales: finalmente los puertos y ciudades costeras.

            Pero de la misma manera, nos recordará como una Humanidad que no supo manejar con inteligencia, pero sobre todo con compasión, una pandemia letal.

            De manera especial, hemos de ser recordados como un siglo en el que siguió persistiendo la injusticia social, la intolerancia racial y el desequilibrio económico que siguen empujando a los jodidos hacia un mundo imaginariamente mejor, en el Norte.

            Y me temo que seguirán empujando. 

            La postura del gobierno mexicano hacia la distante comunidad afgana ha sido plausible, aunque sectores de la verdadera reacción mexicana sean tan imbéciles en afirmar que somos candil de la calle. De manera oportuna, el gobierno del presidente López ha hecho honor a la tradición de asilo solidario a pueblos que lo necesitan, huyendo de la venganza racial y política.

            Como lo hizo México, para enriquecimiento de su propio pueblo, con la migración judía, negra, cubana, y -sobe todo- de la España republicana.

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): Es muy probable que Ricardo Anaya sea un delincuente. Por definición, la mayoría de los políticos lo son. El caso es que usted con sus decisiones -y ahora el fiscal Gertz Manerro con su conducta y verbo- lo están convirtiendo en héroe. Si la justicia en México fuera independiente, expedita y limpia, yo sería el primero en pedir que Anaya fuese presentado ante juez. Pero así, no.

‎felixcortescama@gmail.com

Fuente:

Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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