Por José Jaime Ruiz
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@ruizjosejaime
Golfista, o sea golfo y golf, el ex presidente Enrique Peña Nieto requería un vicepresidente, qué mejor un cercano al Estado de México como Luis Videgaray para que le llevara la administración y muchas veces la gobernación y las relaciones internacionales. Ambos ahora sometidos al escrutinio por su corrupción.
El presidente Andrés Manuel López Obrador no requería un vicepresidente; austero, no se beneficia de negocios ni públicos ni privados, por eso su distanciamiento con sus hijos, si no con todos, con al menos dos, el otro es un pequeño que disfruta de las mieles del poder que proporciona Carso o Televisa.
¿Dónde entra y dónde sale Julio Scherer Ibarra?
Julio nunca amó a la 4T, fue más amigo de sus intereses empresariales y políticos que una transformación. Ayudó jurídicamente, pero se contaminó en la política y sus negocios. Era insostenible. Hagan la lista de quienes defienden al compungido Scherer, todos de derecha.
Entusiasta filtrador, destruyó a Olga Sánchez Cordero en Gobernación, quien ahora se reconstruye en el Senado. Desleal, filtró cada nota a los medios adversarios de AMLO, como El Universal, Reforma y El Financiero.
Dicen que no hay que hacer leña del árbol caído, pero Julio fue talador, ni le importó el árbol ni le importó la leña. Supremo en la farsa del poder, hizo negocios privados con presupuesto público (y eso tendría yo que comprobarlo), destruyó parte de la 4T con sus relaciones empresariales, se convirtió en derecha, se creyó vicepresidente. El orgullo de su nepotismo derrotado, su primo Hugo, les ensanchó las arcas. Hagan una lista de los que defienden y se conmiseran a Julio… son los que ya no tendrán filtraciones ni cochupo.
Ni López Obrador es Juárez ni Scherer, Melchor Ocampo. En esta farsa que nos toca vivir, que los compungidos callen, que los vítores sean autocelebratorios. Mes de la patria, mes de nadie. ¿Y el abandono?
Ya. Podría repetir que esto se trata de abandono. Julio abandonó la 4T y a su “hermano”, el hermano mayor, obvio, Andrés Manuel: “Podríamos decir que la traición o –para decirlo más suavemente– la salida del grupo o el abandono son fórmulas que sirven para mostrar el desacuerdo entre el sujeto y el objeto de la lealtad” (Cuestiones de lealtad. Albert Calsamiglia. Paidós).
En el juego retórico del poder, ¿quién es Caín? ¿Quién es Abel?