Por Félix Cortés Camarillo
En la mitología romana Jano es el dios de las puertas, de los principios y los finales. Se le dedicó por ello el primer mes del año que nos llegó a los hispanoparlantes con el nombre de enero, januar a los alemanes, january a los anglos y janvier a los franceses. Todo viene de Jano.
La efigie de Jano, que no tiene par, como otros, en la mitología griega, nos lo muestra con dos caras opuestas y diferentes. Tal vez por ello se le identifica con el doblez, la hipocresía, la mentira sistemática y el engaño. Por allá de 1950 el dramaturgo mexicano Rodolfo Usigli escribió una obra titulada «Jano es una muchacha».
Pues bien, en nuestro país Jano es probablemente el dios favorito de la cuarta simulación y sus principales sacerdotes. Con la adición de un cinismo cáustico en su discurso.
Cuestionado el presidente López y su testaferro de salud -el otro López- sobre la obstinada negación de dar vacunas a los menores de edad, aún y cuando sigan obteniendo amparos en contra de la disposición legal-sanitaria que se las niega, el presidente López dijo ayer que iba a enviar a los jueces que dan esos amparos, información pertinente para que vean que están equivocados.
El doctor López-Gatell fue más lejos en su cinismo. Cito de memoria al zar de la pandemia: por cada dosis que se desvía a niños y niñas a través de los amparos, se le quita una oportunidad a una persona que tiene un riesgo mayor.
En el mismo sitio, Palacio Nacional, el mismo evento, la misma mañana de ayer, frente al mismo presidente del país, el canciller y supuesto delfín tapado Marcelo Ebrard presumió informando que México había enviado en afán solidario y de humanismo 300 mil dosis de vacuna anticovid a Honduras y Bolivia. Yo pregunto si esas 300 mil dosis no dejan sin oportunidad a un buen número de nuestros viejitos mexicanos. De paso, a muchos niños y adolescentes.
Nadie en su sano juicio puede estar en contra de la solidaridad internacional. En este mismo sitio yo me congratulé de que el gobierno mexicano haya sido generoso en el asilo de los afganos que huyen del horror talibán.
Este mismo escribidor, la noche en que publicó su opinión, vio en la televisión las golpizas y el maltrato que los agentes del Instituto Nacional de Migración propina a los centroamericanos que quieren llegar a la frontera con los Estados Unidos y pasar la línea de Trump, que ahora es la línea de Biden. Pero esa es la frontera de allá.
A mí me importan las fronteras de aquí.
Decenas de miles de centroamericanos, haitianos, venezolanos y otra ralea están tratando todos los días, pagando a polleros de la delincuencia organizada, llegar con sus mujeres y sus hijos a la frontera con México. México, sus autoridades, se encargan, a madrazos, que no lleguen. El presidente López dice que es «para protegerlos» de la violenta frontera mexicana. El general secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, afirma que va a detener toda la migración usando 14 mil militares y miembros de la Guardia Nacional.
Don Alejandro Encinas Rodríguez, subsecretario de Gobernación encargado de los derechos humanos y la protección de migrantes, es menos hipócrita y dice que los migrantes no llegarán, no pueden llegar a la frontera norte mexicana. Ya me doy cuenta de que la decisión es firme.
La política inventada por Donald Trump y respetada por el presidente Biden dice «Quédate en México» a todos los que buscan asilo político en el país de Trump y Biden. Las autoridades de México de la cuarta simulación, son las encargadas de hacer el muro fronterizo.
Dos caras, una actitud. Al fin Jano.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapaboca): con todo respeto, señor presidente, perdió usted una magnífica oportunidad ayer de agenciarse la simpatía -y los votos- de las mujeres mexicanas. Su pudorosa elusiva a pronunciarse en contra del aborto intencional que la Suprema Corte acabó felizmente por descriminalizar por unanimidad.
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