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Por Obed Campos

¿Le suenan a usted los nombres de César Cortez Vázquez, “El Campeón”, Óscar Vázquez Hernández, Mario Javier Ríos Zamora y Miguel Juan Manzano de la Cruz?

Si no se acuerda, que es lo más probable, yo se lo cuento: los cuatro fueron elementos de la Policía Judicial del Estado de Nuevo León y ofrecieron su vida la fatídica madrugada del 17 de septiembre de 1988, cuando a la ciudad la azotó el Huracán Gilberto, tristemente célebre y las embravecidas aguas del casi siempre seco Río Santa Catarina arrastraron dos autobuses atestados de pasajeros que aprovechaban el asueto por las fiestas patrias.

Me van a decir que salgo de nuevo con la misma canción…

Yo no me voy a cansar, mientras viva, de con estas humildes letras hacerles un homenaje que las autoridades del estado, en su desmemoria o conveniencia (o las dos cosas) no realiza.

Los agentes judiciales no se dedicaban al rescate. “El Campeón” era un comandante que realizaba labores especiales bajo el mando de Hernán Guajardo en la PJ, pero esa noche, la ciudad estaba de cabeza y ante la emergencia no lo pensaron dos veces:

Los cuatro se amarraron a un traxcavo pensando que podrían con esa pesada máquina alcanzar a los pasajeros atrapados en los costados de los vehículos que ya habían sido volcados por las olas.

No alcanzaron a avanzar muchos metros cuando fueron tapados por la corriente y sus cuerpos, ya que bajaron las aguas y gracias a que se ataron a la maquinaria, quedaron ahí hasta la tarde siguiente, bajo la mirada de los curiosos que se acercaban a ver en el río los resultados de la hecatombe.

El gobierno de Jorge Treviño prometió a las familias de estos héroes “todo el apoyo” que nunca les llegó.

Por cuenta propia, un grupo de sentidos compañeros de la corporación y de otros cuerpos de seguridad, se apropiaron de una pequeña franja de tierra a unos metros del Puente Miravalle, por Morones Prieto, precisamente a metros de donde ocurrió el sacrificio, y con sus recursos montaron un pequeño altar, que gracias a donaciones particulares, fue creciendo al paso del tiempo.

Han pasado 33 años. Agentes aún en servicio y muchos jubilados se reúnen cada 17 de septiembre a los pies del altar y son los únicos nuevoleoneses que recuerdan a estos humildes héroes.

Ah, se me olvidaba, el subsecuente gobernador, Sócrates Rizzo García, pagó con dinero del erario una escultura llamada “Flama de la Solidaridad”, que quién sabe si siga en el puente sobre avenida Gonzalitos, y fue todo lo que se hizo porque hay testimonios de las familias de estos héroes abandonadas a su suerte.

La otra pregunta obligada es: ¿El estado está preparado para una emergencia como la que vivimos en 1988?

obedcampos@gmail.com
@obedc

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Autor: stafflostubos
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