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Por Félix Cortés Camarillo

            Por experiencia propia sé muy bien que uno se puede casar, siempre que lo haga voluntariamente, cuando y dónde se le dé su regalada gana. Por la misma circunstancia me consta que el boato de la ceremonia, el número de convidados y las viandas a consumir en el festejo dependen de los recursos acumulados propios o acumulados con los de la interfecta persona.

            Es muy probable que la boda política del sexenio mexicano de la cuarta simulación se haya celebrado el sábado pasado en la bellísima población de Antigua, Guatemala. Su más notorio protagonista se llama Santiago Nieto y resulta que es el funcionario que tiene a cargo investigar y procurar que se ajusten a las leyes de nuestro país las conductas de los contribuyentes a la hora de pagar impuestos y el sospechoso orígen de las grandes fortunas: es el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera. La novia es la licenciada Carla Astrid Humphrey Jordan, consejera electoral en el INE. Para ambos, fueron segundas nupcias, pero eso es irrelevante. La lista de invitados no lo es: incluía a la gobernadora de Campeche, Layda Sansores y el ex gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, el constructor Riobóo, el presidente de una Cámara, una ministra… bueno.

            Lo que no es irrelevante, es el escándalo que provocó en México un casorio que se suponía -y así se pidió a los invitados- sería guardado en la secrecía más discreta. Así hubiere sido si las autoridades en el aeropuerto La Aurora de la ciudad de Guatemala no hubiesen descubierto en el avión de matrícula mexicana XA-MHA un maletín con treinta y cinco mil dólares en efectivo. Transportar dinero de un país a otro no es un delito: no declararlo a las aduanas del país del que se sale y a las del que se ingresa es una falta grave, según las disposiciones de cada gobierno.

            En el avión privado viajaban, entre otras personas el director general del diario El Universal de México, su esposa y un hijo de ellos; Sara Paola Félix Díaz, entonces secretaria de Turismo del gobierno de la ciudad de México y su esposo, y Alejandro Gou, empresario de espectáculos y productor -entre sus más recientes eventos- el desfile de día de Muertos en la capital. Que pagamos nosotros con nuestros impuestos al través de la Secretaría de Turismo.

            Cualquier aprendiz de periodista vería en este suceso una nota de primera plana y un escándalo político de peso. No lo vio así la gobernadora de la capital mexicana, Claudia Sheinbaum, quien aceptó desde el domingo tras una charla con su subordinada la señora Félix Díaz la renuncia de ella a su cargo de secretaria de Turismo de la CDMX.

            Desde la mañanera de ayer, en todas las instancias gubernamentales, se nota la intención de minimizar la importancia del hecho. Para el presidente López fue un asunto de particulares y los funcionarios de su gobierno debieran ser más prudentes. Para la señora Sheinbaum lo único criticable es que su secretaria de Turismo haya usado un avión privado para su transporte. Los principales medios del país, salvo uno, le dedicaron atención menor, si es que alguna.

            Tal vez tengan razón y el equivocado sea yo. En este país, y en esta administración, la corrupción y la impunidad ya no existen: de ello hablará hoy martes sin duda el presidente López en el Consejo de Seguridad de la ONU. En México todo este escándalo de la boda real debiera ser simplemente motivo de un reportaje de la revista ¡Hola!. Como en la ópera bufa de Mozart sobre un texto de Beaumarchaise, lo importante no es la boda sino las peripecias en su entorno.

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): con todo respeto, señor presidente: ¿mantendrá usted en su puesto al doctor Santiago Nieto? ¿El estilo de su boda corresponde al espíritu de la austeridad juarista que usted propone?

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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