Por Francisco Tijerina Elguezabal
“No estoy seguro de cómo me convertí en comediante o actor cómico. Tal vez no lo sea. En cualquier caso me he ganado la vida muy bien durante una serie de años haciéndome pasar por uno de ellos.” // Groucho Marx
Usted los conoce a fuerza de verlos un día sí y otro también opinando aquí y allá de todo, por todo y de nada, es decir de cualquier cosa, desde el incremento en el precio del manojo de cilantro, hasta de la posible negligencia de los encargados de apretar las tuercas de una lámpara en una plaza pública de Mier y Noriega, a los que les faltó media vuelta en el torque.
No es que sus opiniones sean doctas o especializadas (aunque en algunos casos se disfracen de conocedores profundos de los temas), los buscan porque todo el tiempo tienen candela para dar y repartir y tras algunos años de cubrir papeles protagónicos, hoy se conforman con que les permitan ser simplemente actores de reparto, sin paga y porque a fuerza de personificar el papel de “defensor de los intereses de la ciudadanía”, se han ganado una fama pública que en la realidad no tienen.
Si los analizas bien te darás cuenta de que hace mucho, pero mucho tiempo, optaron por renunciar a sus creencias, arrodillándose ante los medios que los buscan para leer el script que les tienen preparado. Saben, claro que lo saben, que en muchos de los casos lo que declaran no se apega totalmente a la verdad, pero están conscientes de que tienen que apechugar porque ese es el precio que deben pagar para seguir disfrutando de los reflectores.
Usted y yo los conocemos, son los “opinólogos” de siempre, esos que para darse “calidad moral” se tienen que poner un apellido que no es otro que el membrete de alguna organización.
Y van por la vida por la cómoda, soltando mandarriazos a diestra y siniestra, muchas veces sin sustento, apoyados desde la comodidad de un púlpito en el que pontifican diciendo “yo opino”, con verdades a medias o con acusaciones que no pueden sustentar porque carecen de pruebas.
Se especializan en el show, en el escándalo. Hablan, dicen y repiten, pero no muestran documentos, no tienen elementos para soportar sus señalamientos, aunque eso sí, señalan con índice de fuego a personas e instituciones, acusándolos sin pudor ni recato, prestándose al perverso juego de las acusaciones que terminan en nada, porque cuando las leyes determinan que no hay delitos qué perseguir, simplemente hacen mutis, no vuelven a tocar el asunto y se siguen de largo porque ya tienen a otros en la mira.
Desde hace mucho tiempo he sostenido que a nuestra sociedad le han falta líderes y también aquí, en esto, nos hacen falta verdaderos paladines de la justicia, luchadores reales que defiendan los intereses de la comunidad y que velen por nuestros beneficios.
No serán los ”opinólogos” de todo los que nos ayuden a resolver los problemas, porque a ellos no les interesa de verdad su comunidad, son como las viejas actrices que se niegan a aceptar que ya pasaron sus mejores años y que le dedican mucho dinero a las cirugías pensando en que les darán un papel de dama joven; para ellos lo verdaderamente importante son ellos y seguir teniendo un reflector, una cámara y un micrófono, salir en la tele, la radio, los periódicos y el Internet, así sea de patiños y comparsas.
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