Por Félix Cortés Camarillo
En la tormentosa y pausada marcha de los mexicanos para darse fórmulas e instituciones que tuvieran al menos la apariencia de democráticas, tenemos desde hace diez años el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales.
La función de este instituto independiente de los otros poderes de la nación, es propiciar a que los mexicanos tengamos derecho a saber qué hace el gobierno en tal o cual área, con qué criterio y efectos se gasta el dinero de los ciudadanos en los diversos proyectos y quiénes son los responsables de ese ejercicio. Fue un poco más tarde en que se añadió y definió la protección de los datos personales de cada quien.
Para entendernos bien, el INAI obliga a la Presidencia de la República, si lo solicito, a confesarme cuánto se paga de luz en Palacio Nacional y en la paga de la limpieza de sus áreas. Por el contrario, el INAI a mi me protege para que los datos sobre lo que gano, gasto o le doy a mi vieja para la casa sean hechos públicos. Esta última instancia, se entiende, fue introducida en los tiempos en que cuando se ventilaba públicamente la fortuna de algunos individuos, automáticamente les incluía en la lista de las seguras víctimas de secuestro o extorsión.
Pues precisamente a este instituto es al que el presidente López ha solicitado formalmente que haga una investigación para “hacer públicas las percepciones, los bienes y el origen de la riqueza del señor Carlos Loret de Mola, sus socios y familiares”. El presidente de México le está pidiendo al INAI lo que específicamente y por ley está impedido de hacer.
La obvia respuesta, que ya se dio, es que el presidente López estaba tocando en la ventanilla equivocada. Si, como implica el texto de su carta, el señor López Obrador tiene pruebas de que alguna persona –Loret o quién sea– está haciendo uso de recursos de procedencia ilícita debe denunciarlo a la Fiscalía General de la República para la investigación que procede.
Pero el presidente López puede tener muchos defectos, pero tonto no es. Su intención era, precisamente, que el INAI le contestara que no puede hacer lo que le pide; de esa forma, los argumentos en contra del INAI (el INEGI o el INE) se fortalecen: no sirven para nada y deben desaparecer para que sus funciones regresen al Poder Ejecutivo. Así serán más económicas y sobre todo más obedientes.
¿Hasta cuándo vamos a tolerar los mexicanos esos abusos? Los verdaderos periodistas, ante la inseguridad que el oficio enfrenta, ya marcaron un camino. Evidentemente, el presiente López tiene una crisis de identidad.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): con todo respeto, señor presidente, ¿ya le pidió a su hijo Andy que se prepare para lo que sigue?
felixcortescama@gmail.com