Por Francisco Tijerina
“La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección hecha merced a una mayoría incompetente.” // George Bernard Shaw
Todos, o casi todos, en nuestra niñez padecimos de un amigo que era muy malo jugando un deporte, pero al que teníamos forzosamente que aguantar e incluir en alguno de los equipos porque era el dueño del balón y si él no jugaba, no jugaba nadie.
Debíamos cuidar, además, que la conformación de los equipos no quedara desbalanceada, porque si el equipo contrario al que jugaba el dueño del balón empezaba a ganar por mucha diferencia, de inmediato el chamaquito se encanijaba, tomaba su pelota y se largaba a su casa, así que de cuando en vez y si había posibilidad de que no afectara el resultado, hasta chanza le dábamos al huerco de que anotara para que se sintiera importante.
Sin que aplique totalmente, porque nadie dice que el dueño de este balón no sepa jugar, un poco así se aprecia el relajito que se traen el Gobernador, Diputados y Alcaldes que de la noche a la mañana les atacó con furia el virus naranja y se sintieron atraídos por una opción política distinta a la que los postuló para alcanzar el puesto que hoy tienen.
Será que en mayo aumenta el libido de las personas y que los sentimientos se ubican a flor de piel, el hecho es que de repente a muchos les dio por cambiar de camiseta y lo hicieron en macolla.
Creo que en el fondo es un asunto más de percepción que de realidad, porque hay que recordar, en el caso de los alcaldes, que no llegaron solos al cargo, sino acompañados de una planilla y un grupo de síndicos y regidores que en buena medida no fueron ni siquiera electos por ellos, sino les fueron colocados por el partido que los llevó al poder, de manera que el hecho de que el alcalde cambie de instituto político no significa que en automático el municipio cambie de colores. Por el contrario, los presidentes municipales corren el riesgo de tener a un cabildo el contra, lo que les puede significar un verdadero dolor de cabeza y estropear cualquier plan.
Distinto es en el caso de los diputados locales, aunque al final su afiliación no sirva más que para incrementar un número y con él jugar al juego de las sumas y restas en las votaciones, porque no tendrán liberad ni opción de proponer o hacer nada que no les aprueben u ordenen. ¿Tienen futuro político en el cambio de colores? Difícilmente.
Se equivocan los dirigentes naranjas al decir que ahora gobiernan X número de municipios; ahora tienen alcaldes en X número de municipios, pero no gobiernan… eso es muy diferente.
Lo que al final queda en la mente de los ciudadanos es ¿para qué diablos tenemos partidos y en base a ellos elegimos funcionarios públicos si después se cambian de camiseta sin importar ideologías, propuestas o plataformas?
Urge una ley que impida el descarado chapulineo y que evite que nuestros políticos se cambien de partido a su estrictamente personal conveniencia, sin importar lo que opinen sus votantes; con ello no se evitará el chaqueteo o las traiciones, porque siempre será “convencible” de alguna manera un diputado para que actúe según le convenga a cualquiera de las partes, pero por lo menos les pondrá más en evidencia a los ojos de la ciudadanía.