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Por Félix Cortés Camarillo

La primera vez que vi personalmente a Silvia Pinal yo tenía en Monterrey 16 años y ella 27. En esos tiempos yo vendía por las tardes hot dogs y Pepsi Colas en las funciones de cine del teatro Florida, uno de los dos únicos en la ciudad que tenían un escenario con equipamiento para montar conciertos, ópera y teatro grande. Y cuando había ensayos, al salir de la escuela yo me sentaba en primera fila a admirarlos antes de que empezaran las proyecciones.

Verle los calzones a la más bella estrella del cine mexicano en uno de los giros de un número de Ring Ring, Llama el Amor, fue para un adolescente en su despertar -como queda aquí constancia de ello- una experiencia única, inolvidable. La primera comedia musical norteamericana que se presentó en México fue traída de Broadway para Silvia por su entonces pareja Emilio Azcárraga Milmo, escondido tras la máscara de sus socios y cómplices René Anselmo y Luis de Llano Palmer. Absorto como estaba con aquel par de piernas girándome enfrente, no podía yo imaginar que años después esos tres estarían presentes en mi vida profesional de adulto en la televisión, con gran intensidad.

La última vez que tuve a Silvia a un metro de distancia fue hace un par de meses en su casa, en una entrevista para mi libro Don Emilio y la Estirpe Azcárraga. Entre esos dos memorables momentos hay una vida entera y prodigiosa dedicada a la actuación, el canto, la danza, la producción. Y la total entrega a todo.

No podría yo definir mejor a Silvia que mi muy querido Miguel Sabido: “Diosa de la alegría de vivir, del erotismo inocente y luminoso, del sí a la vida rotundo y estruendoso”. Esa definición se pone a veces los apellidos de El Inocente con Pedro Infante, Puerta Joven, con Cantinflas, El Rey del Barrio con Tin Tan, Viridiana de la Palma de Oro en Venecia con Luis Buñuel, o los trajes de Mame, Annie Get Your Gun, Gypsy o Hello Dolly  en el teatro musical. 0 90 películas, dos edificios teatrales, miles de horas de televisión y una intensa vida. Una vida que es imposible resumir, como lo intentó el lunes su hija Silvia Pasquel en el homenaje que le hicieron en el teatro de las Bellas Artes de la Ciudad de México.

No es honesto criticar las deficiencias en la producción modesta de ese acto. Para mí, lo fundamental ha sido su realización. 

Los mexicanos tenemos la insana costumbre de comenzar a desenterrar las virtudes ocultas de todos aquellos con los que compartimos nuestras vidas de una manera u otra, sólo -y precisamente sólo- cuando fallecen. A nadie se le ocurre hacer un reconocimiento a sus aportaciones a cualquier disciplina cuando aún están en vida y pueden disfrutarlo.

La noche del lunes, viéndola gracias a la televisión del Estado, porque Televisa que es la que debió haber producido por todo lo alto y transmitido en su canal de las estrellas se vio ajena, pude saber de cierto que la mujer aquella de las hermosas piernas y los calzones beige, lo estuvo disfrutando.

PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Probablemente tenga razón el presidente López cuando dice que es necesario conservar las leyes injustas violatorias de los derechos humanos y los principios legales como la prisión preventiva obligatoria, porque “el sistema jurídico es corrupto” y no resiste cañonazos de billetes. Desde luego que inmediatamente después agrega que con algunas excepciones, como hace siempre que espeta sus generalizaciones ofensivas sin fundamento. Pero como lo que afirma es cierto, y como el poder legislativo y el ejecutivo que él encabeza no cantan malas rancheras en lo que a corrupción e ineptitud se refiere, lo único que podemos decir los mexicanos es: estamos jodidos todos ustedes.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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