Por Obed Campos
Por aquí pasó un caballo
con las patas al revés,
si preguntas cuántas tiene
te diré que dieciséis…
Juego rítmico infantil
Vamos a sincerarnos, como dicen por ahí cuando hay que hablar con sinceridad, ¿de qué le sirve a la atribulada y otrora gran capital de Nuevo León, que de Sultana del Norte, ya mero pierde también el rumbo, el desfile de 2 mil 136 caballos y sus jinetes y jinetas?
¿Nos deja algo en sólido a los regios algo en salud, en economía, en seguridad o en simple urbanidad el hecho de que mil 95 danzarines desgastaran las suelas de sus botines y zapatos con el “Zapatéllele”, que según las autoridades impuso un récord Guinness mundial con mil 95 bailarines al son de “El Pávido Návido” y “El Corrido de Monterrey”?
Porque con todo respeto para los artistas que sudaron la gota gorda bailando polka, redova, chotis y huapango… Mucho ruido y pocas nueces para celebrar el 426 aniversario de nuestra otrora gran ciudad, convertida, por fuerza de incompetencia, ahora sí que en un rancho grande.
Pero ver a Luis Donaldo Colosio Riojas usando sombrero y botas, francamente más que coraje, da pena por asumir un papel que le queda muy grande, al quererse comparar con nuestros hombres de campo.
Colosio Riojas si acaso llegó a una suerte de Woody, el muñequito de Toy Story, pero mas fellito, como diríamos por acá.
Sin embargo, no debemos de perdernos:
Si las cosas estuvieran bien en la ciudad, si no mandara la delincuencia y no pasáramos por una de las peores epidemias que vaya que nos ha azotado a los regios… Si nuestras calles estuvieran bien pavimentadas e iluminadas…
Si sobrara el trabajo y nuestras mujeres pudieran salir a la calle con la garantía de regresar sanas y salvas y en una pieza a casa…
Entonces sí, Luis Donaldo, a bailar la que tu quieras y si quieres de cachetito y a montar ya no digo caballos y burros: dragones…
Pero no es así y lo único que queda a los regios que sí tuvimos infancia es reírnos de nuestras desgracias y recordar el conteo de caballos imaginarios al tiempo que niños y niñas inocentes aplaudíamos:
Por aquí pasó un caballo
con las patas al revés,
si preguntas cuántas tiene
te diré que dieciséis:
uno, dos, tres, cuatro,
cinco, seis, siete, ocho,
nueve, diez, once, doce,
trece, catorce, quince, dieciséis…
Y claro que Colosio podrá pensar: “¿Y lo bailado, quién nos lo quita?” Y sí, quién nos podrá quitar la bailada que tan mala administración nos va a dejar a los regios… Ni Dios padre…