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Por Félix Cortés Camarillo

El pacto con FIFA, a cuya traición acudió en Zürich en diciembre del 2010 el presidente Bill Clinton, era muy claro y supuestamente un pacto de caballeros: la Copa Mundial de 2018 se haría en la Rusia de Putin. La de este año 2022 sería en los Estados Unidos. 

De los 22 electores del comité ejecutivo de la FIFA, 8 votaron por la sede americana y 14 por Catar. 

La venganza es un plato que se come frío. Cinco años más tarde, el 27 de mayo del 2015, siete miembros de aquel comité ejecutivo de la FIFA, fueron detenidos por la policía suiza en el elegante hotel Baur Au Lac, de Zürich, acusados de recibir sobornos, lavado de dinero y asociación delictuosa. La fiscalía general de los Estados Unidos llevó la causa. Uno de los vicepresidentes acusados es Jack Warner, de Trinidad Tobago, presidente entonces de la CONCACAF. 

Como todo mundo sabe, menos yo, la CONCACAF agrupa a las federaciones de futbol de América del Norte, Central y del Caribe. En el Caribe hay 25 federaciones de futbol, que incluye islas tan pequeñas como las de Turks y Caicos, y un poco más grandes como Cuba. Ah, también está México, Canadá y los Estados Unidos, así como los países centroamericanos.

En la FIFA, que tiene más representaciones nacionales que la ONU, cada federación tiene un voto. El que quiera ganar una elección a directivo de la FIFA o la sede de una copa mundial necesita contar con los votos de las Confederaciones con más socios, la de África y la CONCACAF. Tiene que convencerlos, seducirlos, o simplemente comprarlos. Eso fue lo que pasó hace doce años en la sesión que le dio un empacho al traicionado Bill Clinton y la sede del 2022 a Catar. 

Jean-Marie Faustin Godefroid de Havelange, mejor conocido como Joao Havelange traía una trayectoria de atleta olímpico y exitoso empresario brasileño, cuando en 1974 fue elegido presidente de una FIFA incipiente, de pocos recursos, y que había nacido como una asociación de entusiastas europeos del futbol. A partir de sus planes de expansión, en 1975 Havelange contrató a un tal Joseph Blatter, que nunca fue atleta ni jugó futbol, pero le entendía muy bien al dinero fácil. En ese momento, el futbol soccer pasó de ser un deporte para convertirse en un negocio mundial, gigantesco e incontrolable. Primero con la firma Coca Cola y luego con Horst Dassler, dueño de la firma Adidas, Sepp armó todo el andamiaje de patrocinios mundiales del futbol y el negocio de los derechos de televisión. Con el obvio moche para el gestor. Y para muchos más.

En 1998, en la reunión de la FIFA en París, Blatter se convirtió en el dueño de la FIFA, sucesor de Havelange, que le había protegido 22 años.

El deporte ha demostrado ser terreno fértil para la corrupción. Negocio grande, corrupción grande, diría la lógica. Y eso es lo que se ha venido dando en el futbol mundial, que ahora está pariendo ese ente confuso y difícil de entender –fuera de los negocios sucios- que es la Copa Mundial Catar 2022. El emir de este pequeño y riquísimo país compró la sede del mundial, como antes le había comprado al presidente Sarkozy el equipo de futbol de Paris Saint-Germaine, como Arabia Saudita fue favorecida por Juan Carlos I de España para hacer ferrocarriles en la Madre Patria, mediante un generoso donativo.

Dicen los gringos mal hablados que with money dances the dog, y no hay duda.

En esta danza tan particular, el domingo comienza un singular torneo mundial de soccer. Fuera del calendario, para adecuarlo al clima de esta sede. En un país en que el futbol no se juega popularmente. En una cultura que viola los derechos humanos de sus mujeres y de su enorme población inmigrante que ahí trabaja. En una sociedad, ahora sí que sí, clasista, racista y discriminatoria. Y en donde uno no se puede echar una chela en el estadio. 

Son chingaderas.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): ¿podría adelantarnos, señor presidente, cuántos marchantes estarán acompañándolo en su marcha a Roma (así se llamó la del fascista Mussolini, que le garantizó el poder en 1922) del domingo 27? 

Yo se lo digo: los que usted diga y nosotros podamos pagar.

‎felixcortescama@gmail.com

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Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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