Por Félix Cortés Camarillo
En mis años lejanos de adolescencia leía yo en las hermosísimas puertas abatibles de las cantinas, puertas mandadas a la eternidad por todo el cine que vimos, un letrero que rezaba, más o menos así: se prohibe la entrada a mujeres, menores de edad, uniformados, y vendedores ambulantes. No estoy tan seguro en lo de lo de las mujeres, aunque entonces las pulquerías tenían un saloncito apartado para servirles el neutle.
De lo que sí me consta, es que no había policías uniformados, mucho menos soldados, que osaran entrar a la cantina El Vencedor, frente al mercado Juárez , al final de cuya barra mi papá tuvo durante años una especie de saloncito VIP en donde se echaba por las tardes su tequila con Pilo, su amigo Escamilla –me suena a Ópera– y algún ocasional. Lo mismo pasaba en todas las cantinas.
Este precepto de exclusión, a mi entender, tiene origen en las leyes primigenias de nuestro país, que nació de la pugna, o matrimonio, que suele ser lo mismo, entre los del fusil como Villa y Zapata y los del verbo como Madero y Carranza. Pero por angas o por nalgas, el principio legal de que las armas de fuego deben estar fuera de los recintos cívicos, como es en primer lugar nuestro domicilio ha prevalecido.
En algún momento que no me sé, el constituyente determinó que a las cámaras del poder legislativo NADIE puede entrar armado.
Se entiende para los tiempos en que el distintivo de una diputación era la 38 al cinto. Afortunadamente, aunque el presidente López no lo acepte, son otros tiempos.
Pues resulta que el otro día el Congreso iniciaba período de sesiones. Y se juntaron en San Lázaro diputados y senadores. Y, como es de ordenanza, se presentó una banda de guerra y una escolta a la bandera para que le hicieran honores. Nada más que los integrantes de la escolta iban armados con rifles automáticos de asalto.
Don Santiago Creel, presidente de la Cámara de Diputados, negó el acceso a los hombres de armas y el himno y las paparruchadas esas que se hacen, tuvieron lugar fuera del recinto del pleno.
Los del Cuatrote la andan haciendo de pedo. Claro, como dijo su jefe, no les vengan con que la ley es la ley.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): No me defiendas, compadre. El presidente López rompió lanzas en favor del gobernadorcito de Nuevo León por la pugna que éste tiene y que podría –debería, pero no será– desembocar en la destitución, o revocación de mandato, del muchachito tiktoker.
Naturalmente, hay demasiadas coincidencias. Samuelito y Lopitos disparan promesas y condenas a troche y moche. Afirma Sammy que en Nuevo León –claro, el nuevo– tenemos agua hasta morir de sed por lo menos dos años. Que el señor Musk anda que se le queman las habas por inaugurar su mega-mega planta en García, o donde diga el chaparrito. Nada más que el ídolo de Samuelito se quiere jalar esa planta, si existe, al vecindario del AIFA, allá en Santa Lucía. ¿Cuánto tiempo va a seguir creyendo Samuelito que lo quieren en Palacio Nacional?.
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