Por José Francisco Villarreal
Estoy verdaderamente impresionado. Vicente Fox Quesada llama enérgicamente a la marcha en defensa del INE, de Lorenzo, de la franquicia “X México”, y de todo aquello que colabore para reventarle la vesícula biliar a don Andrés Manuel. Supongo que en la marcha del 26 de febrero, Fox marchará como todos los demás para, ahora sí, llenar de sudor cívico y patriótico la Plaza de la Constitución de CDMX, alias “El Zócalo”. Afines y desafinados ya están lubricando sus ábacos para contar y descontar las ingentes multitudes que prometen desbordar las estadísticas del cruce de hebreos a través del Mar Rojo. De veras que envidio la energía del expresidente. Yo, con poco más de seis décadas a cuestas y con tres de tabaquismo, me cuesta andar un par de cuadras; en cambio el octogenario expresidente promete andar y andar fresco como la primera lechuga del estante, y además demostrando una maravillosa lucidez. Tal vez yo debería dejar de fumar o cambiar de marca de cigarros… ¿de cuáles fumará el expresidente? Si es que fuma, claro. En otras circunstancias y condiciones tal vez hasta me animaría también a marchar, aunque por mi parte sería para celebrar el Día Internacional del Pistache.
Dicen por ahí, a mí no me crean, que los organizadores de la marcha ofrecen a través de redes sociales cien pesos por asistir y marchar. ¡Es ridículo! Por cien pesos yo no marcho ni a la farmacia, que me queda a media cuadra. En el remoto caso de que fuera cierto, no los creo tan tontos como para exhibir un reclutamiento tan descarado para un acarreo; tampoco creo que sean tan miserables para cotizar la asistencia por cien pesos, cuando alguna alcaldesa de CDMX se ha lucido aventando suntuosos balonazos de a quinientos. Aunque si a mí me ofrecieran un kilo de pistaches, con o sin cáscara, tal vez aceptaría marchar gritando consignas en defensa de los pistaches y culpando a la 4T de que sean tan caros. ¡Así no, AMLO!
Como ya faltan pocos días para la marcha, no creo alcanzar a ponerme en forma. Tendré que conformarme con ver y leer los detalles previos en medios y redes. En las vísperas, habría qué aguantar la intensiva propaganda para animar a marchar a los abúlicos pies ciudadanos. Y por la contra, también el ninguneo hacia los organizadores de la marcha y la presunción de sus intereses oscuros. En esta capirotada cuaresmal entra todo, menos los pistaches por caros. Y como todo se vale, esto puede ponerse como el Episodio de Finnsburg, previo a que el rey danés Hnef y sus guerreros fueran masacrados por los frisones: “cantan los pájaros de presa, aúlla el de piel gris, resuena la madera de la guerra, el escudo responde a la saeta”. Porque las huestes de la 4T no van a desaprovechar la decisión del jurado gringo que ha condenado a Genaro García Luna por cinco delitos relacionados con el narcotráfico. Y ni tienen que esforzarse demasiado.
El golpe demoledor de la condena a García Luna se dejó sentir primero en la Cámara de Diputados, en donde el PAN y sus aliados prefirieron no asistir a la sesión de este martes. Una ausencia cautelosa y estratégica, muy conveniente para evitar zipizapes y no quedar como el pobre rey Hnef y su gente, atrapados en un salón; pero a los ojos de Juan Pueblo esa ausencia puede tener interpretaciones muy negativas. Si quieren guardar luto por el exfuncionario, pueden asistir al Congreso portando el clásico moñito negro. Tal vez no reciban ni un solo “sentido pésame” pero el luto siempre impone aunque sea un miligramo de compasión. Por supuesto que esta tragedia partidista no va a impedir la marcha, pero sí sería oportuno que omitieran a algunos personajes, bastantes, en el contingente, por pura discreción.
Aunque parezca contradictorio, podrían recurrir a un “Plan B”. Es decir, a otro Plan B. Mientras no se dicte sentencia contra García Luna, y eso será hasta junio, seguirá siendo nota y tema popular. Incluso porque esa condena refuerza la percepción de que también es culpable de los delitos por los que se le quiere procesar en México. Lo más sano, si se quiere marchar el 26 de febrero, sería celebrar conmigo el Día Internacional del Pistache, incluso culpando a don Andrés de su carestía. La otra opción es hacer una marcha virtual, desde la comodidad de un teléfono inteligente o un ordenador. Esto tiene la ventaja de que las arengas vía redes sociales permanecen sólidas a pesar de un entorno hostil. Calaría la ausencia de multitudes pero sería una marcha permanente y puede ser difundida por los medios con un impacto más eficiente, es cosa de calcular bien los momentos y espacios oportunos. Además, no se arriesgaría la integridad física de ancianos venerables pero destartalados como Vicente y yo.
Sea que decidan para el Día del Pistache una marcha efectiva o virtual, o ambas, el control de desastres de todos los grupos involucrados deben poner a trabajar horas extras al “hámster” cerebral. Es inevitable que deban manifestar una posición respecto a la condena de García Luna, pero deben ser extremadamente cuidadosos. No pueden mantener la monserga de algunos opinadores y políticos de que se trata de una persecución política. Si don Andrés pudiera darle órdenes a don Pepe Biden ya se hubiera terminado la guerra en Ucrania. Tampoco creo que don Pepe pueda imponer su voluntad al sistema judicial de Estados Unidos. Deberán ser todavía más cautelosos en “juzgar” el juicio. Rechazarlo los enfrenta a los gringos y los pone en evidencia como parciales. Admitirlo es admitir también los elementos de prueba que llevaron a la decisión del jurado. Y eso significa admitir testimonios que embarran a administraciones federales mexicanas. A estas alturas, hasta “Alito” parece salir mejor librado que el PAN. El problema es que, bajo estas circunstancias y con esos antecedentes, marchar para defender al INE es casi lo mismo que condenarlo.
Por eso digo, que será mejor que marchen, virtual o efectivamente, pero para celebrar el Día Internacional del Pistache, y contra las siniestras razones por las que don Andrés, ¡Quién si no!, permite su carestía llevándolo a los estantes como producto fifí, conservador y reaccionario. Todos sabemos del desaseo con el que se manejó el “Plan B” sobre el INE en ambas cámaras; algo tan común que no debe sorprendernos. Ahora todos esperamos las decisiones de la “tremenda corte” al respecto, cuya postura también será muy reveladora, porque puede decolorarle lo “Suprema” y ponerla al nivel de cualquier tribunal superior estatal secuestrado por partidos e intereses. Concluyo con mi marcha: el INE sí se toca, pero no se manosea; ¡y que nadie se atreva a tocar mis pistaches!