Por José Jaime Ruiz
Toda especulación queda impune, tanto en el periodismo como en la desinformación de las redes sociales o lo que Byung-Chan Hul denomina “infocracia”, emparentada con la posverdad, las fakes news o la infodemia. Ha sido el caso de la instalación de una planta automotriz de Tesla en Nuevo León.
Inversiones tan importantes como Tesla en Santa Catarina no se pueden realizar sin el aval de la federación, así lo sabe Ternium, así lo sabe Iberdrola. Tienen que pasar por la tramitología de la Comisión Federal de Electricidad y de Conagua, al menos.
La disputa entre el gobernador y el presidente Andrés López Obrador fue siempre una disputa falsa, la invención de aquellos que, más que confrontar a Samuel García, buscan como regla cotidiana enfrentar a Palacio Nacional.
La inversión de Elon Musk no pudo llegar en un mejor momento, dos datos: el peso fortalecido frente al dólar y el aumento en las remesas. Un Estado de Bienestar siglo XXI tiene que atender la inversión económica, la inversión pública y la inversión social. Creo que fue Carlos Fuentes quien lo señaló hace décadas: democracia con desarrollo económico y justicia social (que tiene que ver con movilidad, medio ambiente sano, seguridad y atención hídrica).
Si se atiende lo anterior, Tesla se convertirá en la industria ancla que Nuevo León necesitaba para despegar, una inversión de esa magnitud es un detonante para la multiplicación y fortalecimiento de la cadena productiva con redes nuevas, inclusive, de proveedores. Atenuaría, si es bien manejado el asunto, la problemática social del empleo joven contra las “vacantes” que, en caso extremo, cubre la industria del crimen organizado a través de niños y jóvenes.
Tesla no es la mejor empresa del mundo, pero Nuevo León se puede beneficiar, aunque pocos en Nuevo León tienen la capacidad de adquirir un vehículo de Musk. La población tiene otras necesidades, muchas, antes que adquirir un carro de 2 millones 500 mil pesos. Por eso es importante la inversión pública –que, al paso, crea muchos, muchísimos más empleos que los que creará Tesla– con el Tren Maya, por ejemplo.
La condición de López Obrador a Musk fue muy simple, después de 14 meses de negociaciones entre Martha Delgado, subsecretaria de Relaciones Exteriores, y la empresa de Austin, primero son los ciudadanos en el tema del agua: “Sí estoy totalmente de acuerdo porque se consiguen las dos cosas: no falta el agua para la población, que es lo principal, y al mismo tiempo se puede instalar esta planta que va a dar muchos empleos y bienestar”.
Regularmente las posiciones extremas piensan desde las extremidades. Tanto pecan los que ningunean el trabajo de Relaciones Exteriores y el presidente en esta inversión como los que disminuyen la participación de García Sepúlveda en la insistencia de viabilidad y factibilidad de Nuevo León, específicamente Santa Catarina.
Hace días destacó Milenio: “La principal empresa productora de autos eléctricos a nivel mundial ha enfrentado cinco procesos judiciales y administrativos por haber causado daños al medio ambiente en Estados Unidos y Alemania, los cuales le han generado multas por más de un millón de dólares (…) Los reclamos hacia una empresa que se precia de tener conciencia ambiental, vienen de tiempo atrás. Ya desde 2014 medios de comunicación especializados en tecnología denunciaron que el grafito de baterías de Tesla agravó los niveles de contaminación en China y que este elemento ensucia el aire, deteriora el agua y afecta las cosechas”.
Tampoco las proyecciones de Elon sobre las interfaces cerebro-computadora son lo óptimo para la nueva humanidad, pero esa es otra historia. Por lo pronto AMLO y Samuel; Samuel y AMLO: “Teslabañaste…”.