Por José Jaime Ruiz
La señora Denise Dresser, a quien algunos todavía la ensalzan como politóloga y académica y otros simplemente la califican como agente de la CIA, decidió demandar al presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador.
La señora Dresser acusa, según su artículo de Reforma del lunes 6 de marzo, que las conferencias matutinas en Palacio Nacional han “caído en lo grotesco. Desde ahí difama, agrede, miente, y busca destruir la reputación de cualquiera que lo critique”. Y asegura que AMLO ya perdió “su brújula moral” y que ya quedó olvidada la promesa del diálogo circular.
Denise se dice víctima de un asesinato verbal porque, según sus estadísticas, la han mencionado 87 veces en la mañanera y, por tanto, ejerció su derecho a defenderse de un gobernante abusivo, de su asesino verbal. Informa que en septiembre pasado metió una demanda de amparo por la violación de sus derechos y ahora está litigando contra el presidente.
“Demandé a AMLO porque no cuento con mecanismos que me permitan contra-argumentar o defenderme, y ningún otro difamado o difamada tampoco. Demandé a AMLO porque está violando mis derechos y los de todos, al inhibir la libertad de expresión, por el efecto intimidatorio que produce su arenga”.
Asegura Denise que conoce a Andrés Manuel desde hace muchos años, que el ahora presidente ha ido a desayunar a su departamento, que ha marchado en numerosas instancias con él; cuando López Obrador era luchador social, lo defendió: “Hoy veo que traiciona a sus amigos, a las causas compartidas, y a la democracia. Por eso lo demandé”.
La gota que derramó el vaso, afirma Denise Dresser, fue la mañanera de hace más de un año (febrero 2022) cuando se le acusó de aparecer en cables secretos de la Embajada de Estados Unidos: “Es la gota que para mí derrama el vaso porque una cosa es que te critique, pero otra es que te señale públicamente desde el púlpito más poderoso del país como traidora a tu patria”.
Si la gota que derramó el vaso proviene de febrero del 2022, ¿por qué la señora Dresser dejó pasar marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto… y hasta septiembre del año pasado metió la demanda? Habrá que preguntarle a Denise o encontrar una razón etérea o deletérea, de lengua viperina, contra su asesinato verbal.
La señora Dresser manifiesta su equivocidad desde su planteamiento inicial, ya que asegura que demandó al presidente porque no cuenta con mecanismos para contra-argumentar. Miente, ella ha participado en la mañanera y ha cuestionado a López Obrador. Si le han conculcado su libertad de expresión que denuncie por qué no puede entrar en la conferencia matutina, si lo ha solicitado de nuevo y si Jesús Ramírez Cuevas lo ha prohibido. En efecto, ella tiene que mostrar evidencias de que no tiene mecanismos para contra-argumentar (aunque publique cada semana en Reforma y constantemente en redes sociales) y que ha sido vetada de Palacio Nacional. Una ciudadana que tiene plena libertad de expresión desea coartar la libertad de expresión del presidente.
Denise Dresser inicia su columna de Reforma asegurando que las mañaneras han caído en “lo grotesco”. Grotesco, en todo caso, es su compañero Brozo, el payaso escandaloso. La cívica beatería decimonónica de la analista es desopilante cuando se envuelve en un aparente patriotismo, el cual ha sido «vulnerado». Aun así, el bailongo sobre la ridiculez continúa al acusar a López Obrador de “asesino verbal”… en fin, también hay climaterios mentales.
En abril de 2022, la politóloga y académica –existen por fortuna hemerotecas digitales– se burló del presidente López Obrador: “Denise Dresser arremetió con duro insulto contra AMLO tras revelaciones de Donald Trump. La columnista y escritora utilizó una frase del polémico Paco Ignacio Taibo II para referirse al presidente de México”:
¿Alguna vez el presidente arremetió así contra Denise? Al mostrar también su vulgaridad, la compañera de Brozo no sólo ejerce su libertad, también su libertinaje.
Andrés Manuel, los muertos que vois matáis gozan no sólo de cabal salud sino de irrestricta libertad de expresión. La señora Denise Dresser, desde su argumentación iracunda, lo sabe.
