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Por Francisco Tijerina Elguezabal

Nadie puede llevar mucho tiempo una máscara. Lo que se finge recupera rápidamente su naturaleza. // Séneca

Durante largos años se dijo en el ámbito público, sobre todo en los municipios, que “en el bacheo, está el ganeo”, aludiendo que el tapar baches con materiales de baja calidad, pero eso sí, con precios por encima de los normales, a fin de permitir que en poco tiempo volviesen a aparecer para repetir la operación, era un negocio seguro.

Sin embargo la voracidad les ganó a algunos y dejaron de manifiesto el truco, de manera que la ciudadanía se enteró de las malas prácticas y comenzaron los señalamientos y las culpas, de manera que hubo que poner más cuidado al momento de tapar los hoyos y de elevar los precios.

Sin embargo la función pública es agradecida y da para todo, de manera que atendiendo la nueva moda de lo “políticamente correcto” y de ser “correctos con la naturaleza”, de un tiempo a la fecha les ha entrado una fiebre loca por comprar y plantar árboles.

El problema es que no saben ni lo que compran, no preguntan si son especies nativas de la región o si pueden adaptarse al clima de nuestra metrópoli, lo único que les interesa es que estén a buen precio y que le puedan subir su comisión en la factura.

El secreto sigue siendo el mismo de los baches, plantarlos, olvidarse de ellos para que en unos meses se sequen y después volver a plantar unos nuevos para presumir en sus informes que durante su gestión plantaron chorro mil árboles para cuidar el ambiente.

De nada sirven los árboles plantados así, sin una estrategia para saber quién se hará cargo de ellos, cómo los cuidarán y se velará que puedan llegar a una vida adulta a fin de que cumplan con su función.

La simulación es parte de la corrupción imperante en nuestros gobiernos y si antes en el bacheo estuvo el ganeo, ahora está en el arboleo.

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// Francisco Tijerina

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Autor: stafflostubos
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