Por Carlos Chavarría.
Andamos por ahí vagando en el cosmos, montados en la fortuna de haber aparecido sobre una piedrota que por casualidad tenía las condiciones para sostener la vida basada en el carbono.
A lo largo del lento transitar desde que fuimos coacervados celulares y hasta convertirnos en los auto bautizados Homo Sapiens desarrollamos toda una serie de aparatos para hacernos la vida más fácil, entre otros, lo que llamamos ciudades.
De ser una simple aglomeración de personas unidas por funciones y conceptos cooperativos nos convertimos en un fenómeno hasta de estorbo para la naturaleza misma.
América y Europa, a pesar de la obvia vinculación cultural e histórica, seguimos caminos diferentes para la evolución y crecimiento de las ciudades. En América tenemos espacio, tenemos tierra y seguimos la filosofía extensiva en su uso para ciudades. Europa no dispone de tierras suficientes, su filosofía es intensiva.
En México el fenómeno se agudiza debido a la pobreza y a organismos públicos reguladores inoperantes ante el empuje del “libre mercado” en materia de construcción de viviendas.
El propio INFONAVIT, desde Fox ha promovido la creación de ciudades dormitorio de cada vez más baja densidad en todas las ciudades del país reduciendo la productividad de toda la infraestructura pública.
Por supuesto que uno de los rubros que con más facilidad evidencia la irracionalidad en la administración del crecimiento urbano es el sistema de movilidad.
No se requiere ser un genio urbanístico para comprobar que las distancias y tiempos de viaje se hacen cada vez mayores y por ende el tiempo de ocupación de las redes de movimiento cuya actualización nunca alcanzara el crecimiento exponencial en la demora de viaje.
¿Se puede reordenar la ciudad, revertir la degradación y orientar el desarrollo en una dirección más humana y rentable para la sociedad?, la respuesta es sí. Se deben crear los instrumentos de intervención y regulación en el mercado de las tierras y su explotación para acabar con los subsidios cruzados, así como las distorsiones en los precios inducidas por el “dejar hacer” de los gobiernos, de paso obligando a que cada agente económico internalice los costos que ahora se transfieren a la sociedad entera.
Puede haber una tarifa cero en el transporte urbano pero la experiencia demuestra que tal cosa no cambiará en nada el patrón evolutivo degradante de las ciudades. ¿Les parecen altos los precios del transporte?, esperen a sentir los costos cuando la red vial se paralice.
Es de lo más insensato seguir autorizando desarrollos bajo las practicas actuales. A pesar de conocer el desastre de la Cd. de México todos seguimos clamando por un cambio, pero nadie está dispuesto a asimilar costo alguno.
¿O a poco la solución será crear una nueva Ruta 100?