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El PAN, jugar a perder en NL

Por José Jaime Ruiz

@ruizjosejaime

@lostubosmty

El chefato (Zeferino Salgado como jefe máximo del “PAN” en Nuevo León) impuso una estrategia para su grupúsculo cupular: ganar perdiendo. La última vez que quisieron hacerse del Ejecutivo estatal fue en las elecciones pasadas. Chefo comprendió que cambiar de estrategia sería perder lo avanzado: las funciones públicas como negocio particular. No el bien común, el enriquecimiento de su grupo por encima de los intereses ciudadanos y de los de su partido. Zeferino no representa los intereses del pueblo de Nuevo León, tampoco los del PAN.

Las candidaturas para gobernar Nuevo León se estaban definiendo y Morena, a través de Clara Luz Flores, parecía invencible en todas y cada una de las encuestas (en su horizonte político estaba Keith Raniere y su descalabro electoral). Para entonces, por sus errores en sus redes sociales, investir a Samuel García como candidato de Movimiento Ciudadano parecía imposible y creció la opción de Luis Donaldo Colosio Riojas… también como una baraja que manejó Chefo en las negociaciones prianistas.

Por demografía electoral, el PAN de Chefo, Raúl Gracia y el entonces poderoso líder del Grupo Santa Catarina, Víctor Pérez, llevaba mano. Así lo decidieron Francisco Cienfuegos y el mismo Chefo. Alejandro Moreno, Alito, vino a apurar las negociaciones. Cuando Paco y Chefo le pidieron a Luis Donaldo la Secretaría de Gobierno, la Secretaría de Finanzas y Tesorería General del Estado, amén de otras dependencias clave como el gran presupuesto de Agua y Drenaje, la negociación tronó. Colosio Riojas no sería el florero del prianato.

Chefo y Paco no se pusieron de acuerdo en un candidato común y ningunearon a su mejor pieza, César Garza Villarreal, quien habría dado una batalla exitosa para la gubernatura, así lo demostró al arrasar en Apodaca para repetir como alcalde. Cienfuegos impuso a Adrián de la Garza y el PRI, como partido, se resquebrajó. De su sepulcro político, Chefo resucitó a Fernando Larrazabal y la historia fue escrita porque con una campaña intensa todo-terreno, García Sepúlveda ganó la gubernatura.

Lecciones de esas elecciones:

1.- En Nuevo León jugar a perder es una estrategia constante del PRIAN. Sobre todo del grupúsculo del chefato.

2.- Un triunfo político sale más caro que perder.

3.- El simulacro de los chefos es concomitante a sus intereses políticos, financieros y económicos. Están las buenas derrotas en las que el costo de las pérdidas empequeñece el triunfo logrado por quien lo haya asumido.

De lo anterior se desprende lo esencial, como sucede en el Congreso de Nuevo León donde se suben iniciativas que, obvio, no pasarán, sólo para tener una excusa de qué quejarse en los medios de comunicación y en las redes sociales y, si cualquier ley es vetada por el gobernador, no pararán de lloriquear en la puesta en escena de su simulacro.

También sucederá en las urnas. ¿Por qué Larrazabal quiere volver al ruedo? Su historial político lo condena entre el panismo tradicional y el panismo estancado de hoy. Y, sin embargo, Larrazabal funcionará como ese soldado que pica costillas, con sus cientos de millones atrás. Jugar a perder es la tentativa, de nuevo, de los chefos: eso los ha hecho ultramillonarios, “prerrogativa” que no quieren perder.

Reyes de las cenizas y del repechaje político donde ganan una, dos alcaldías; más que por propuestas, por voto histórico, también diputaciones para mantenerse en ese jueguito de nunca acabar. La manoseada fórmula podrá ya no ser útil en el 2024 porque, como escribió William Blake, del agua estancada espera veneno. Y agrego: miasma, putrefacción.

La política no es lo que fue. Hay nuevos actores emergentes. Movimiento Ciudadano en Nuevo León crece, mientras el PAN y el PRI, por sus contradicciones internas y su política de grupúsculos, decrecen, se vuelven crepusculares. No hay que olvidar que son elecciones también presidenciales y el voto por Morena tendrá un reflejo en el crecimiento del voto por ese partido en Nuevo León –ya se demostró en 2018 cuando ganó Andrés Manuel López Obrador en un estado conservador.

La política del gatopardismo, insondable para Zeferino Salgado y Francisco Cienfuegos porque si quieren que todo siga como está es preciso que todo cambie. En 2024 la fórmula exitosa de ganar perdiendo se extinguirá. La traición los acecha. En la ecuación del perro y las dos tortas –o con la carne en el hocico como la fábula de Esopo– el cánido se quedará mirando.

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// José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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