Por Félix Cortés Camarillo
A como su Dios les dio a entender, unos cuatro centenares de rebeldes al imperio inglés se hicieron a la mar rumbo a Occidente. Era el siglo de la expansión y todos los europeos se sentían retados a conquistar nuevos mundos. También necesitados, porque las papas que habían importado del Perú y que fueron la solución a la hambruna enorme de su época, eran cada día más caras y escasas.
Pues resulta que estos muchachos y muchachas de entonces fundaron trece colonias en la costa oriental del continente, desde lo que llamaron la nueva Amsterdam, que hoy le decimos Manhattan, hasta los terrenos de lo que denominaron Raleigh, para después desarrollar el cultivo de una hoja que luego de ser tostada los aborígenes se fumaban para inventar el segundo vicio más importante de la humanidad.
Eso es lo que llamamos hoy los Estados Unidos de América. La primera potencia –aguas, viene China– económica y consecuentemente militar del mundo.
Al mismo tiempo, nuestros vecinos niegan, como es frecuente en la historia sus orígenes.
Si no hubiese sido por esos ingleses prófugos y luego por los italianos, griegos, rusos, mexicanos, polacos, y –puede ser– extraterrestres, esa nación no existiese hoy al menos con su potencia económica y política en consecuencia.
Pues resulta que la exigencia política lleva hoy a los gobernantes de esa América –porque también se hicieron del nombre– a negar a su madre, la inmigración.
Hay miles de hombres armados en la línea fronteriza del sur de Texas, California, Arizona y etcéteras, para impedir que decenas de miles de pobres y reprimidos de otras tierras ingresen a su territorio para pedir dos tipos de asilo; el humanitario porque son jodidos, o el político porque en su Nicaragua, Venezuela, Cuba o Afganistan los van a matar. Ambos argumentos son válidos.
Pero el que impone las reglas es otro.
Luego de la caída de la disposición que el amigo del presidente López, Donald Trump, estableció para expulsar a los mojados con el pretexto de que traían el virus del Covid19, nuestro amigou Biden puso una restricción más perra. Se incrementa la deportación de los ilegales que solicitan visa de asilo. Nada más que hoy tienen que solicitar ese privilego por internet desde otro país.
Aquí entramos nosotros.
Todos esos parias –término copiado de la India– tienen que vivir, comer, defecar, enfermarse y eventualmente morir en Piedras Negras, Tijuana, Nuevo Laredo, Reynosa o Matamoros. Con un costo económico previsible y consecuencias sociales que no imaginamos pero las estamos sufriendo desde ayer.
Desde luego, el favorito director del Instituto Nacional de Migración, responsable de la cremación en vida de 40 seres humanos, no aparece ni es sujeto de investigación.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Señor presidente López: se le está acabando la lana. No empiece –como ya empezó– con la idea de chingarnos la pensión a los viejitos que usted siempre presume como su logro sin serlo, para solventar su maximato en el poder.
felixcortescama@gmail.com