Por Carlos Chavarría
Lo que estamos presenciando en el ambiente político no es más que un muy aburrido juego de ajedrez, donde los contrincantes escogieron desde la apertura un juego cerrado y, a estas alturas, ya no tienen nada nuevo que ofrecer. Excepto más basura para el que saque la cabeza.
El presidente se presentó como lo que siempre fue, un golpeador que usa el descontón, que no tiene respeto por regla alguna, no le importan la formas o la etiqueta, en tanto no cause impactos en su objetivos y estrategias electorales. Increíble que de nuevo veamos al poderoso “dedo” y al “tapado” de antes, hoy “corcholata”, haciendo de las suyas.
Su estrategia electoral nada tiene de innovadora para los que pertenecemos a la generación de los que nacimos en los 40´s y 50´s del siglo pasado. Se trata de asegurar un voto duro, como siempre con la gente más fregada, y de ahí sostenerse hasta el final. Sabedor de la importancia del macro económico, se ha cuidado de mantener “buenas finanzas nacionales” a saber, y subsidiar a sus electores para no degradar, más de lo que ya están, “sus finanzas familiares”. La clase media no está en sus objetivos.
Tiene su lista de opositores que todos los días recorre en un orden muy estricto para que se mantenga vivo su discurso emblemático contra la corrupción y quienes los que la representan.
Los que están en esa lista de adversarios al régimen y al “pueblo bueno”, son los mismos desde el inicio de la administración y todos los días se ven obligados a subirse al ring para no caer en aquello del que calla otorga.
Todos los actores, a toda costa tratan de emparejar el marcador de inmundicia que les toca, sin darse cuenta de que a costa de repetir hasta el cansancio lo mismo, ya no hay ganancia electoral real y si fastidio en la mente de sus públicos, tal y como al inicio lo vaticinó la escritora Elena Poniatowska.
Por supuesto que cada contendiente tiene sus partidarios, y el servilismo que despliegan es como siempre ha sido, repugnante, pero con ello llenan las redes sociales de corifeos a modo y hasta ese canal comunicación lo anulan.
Mientras tanto los problemas van en aumento. El oficialismo sabe hasta donde estirar la cuerda. Bien dijo el propio presidente en una de sus mañaneras: “…no habrá problemas económicos en el 2023 y 2024, más adelante no respondo…”.
El proyecto de nación que busca el presidente es informe y vago, pero su proyecto de Estado es muy claro: ¡un Estado distribuidor que lo tutele y controle todo!
La visión de los opositores identificables es muy clara también: minimizar el papel del Estado en todos los frentes nacionales, economía, educación, salud, etc., y alargar el estado de cosas tanto como se pueda.
La estrategia opositora, parte de una alianza de partidos sin cogobiernos de cualquier tipo, y se sostiene en sacar a votar a toda la clase media induciendo el miedo.
¿Así o más aburrido? Bueno, pero qué es lo que país requiere para realizar su tan anunciado, por siempre, futuro prometedor? Ninguno de los actores quiere cambiar el estado de cosas actual en cuanto a gobernanza, las diferencias son solo de forma, pero no de fondo. Al final ellos se entenderán, como en los tiempos del partidazo.
El presidencialismo ya no da para más, pero un parlamentarismo al mejor postor, sin identificación ideológica y debate de cara a la gente, solo asegura la parálisis deliberativa y estar como el perro que se mordía la cola solo.
La paradoja del poder según Tomasi de Lampedusa: “a veces es necesario que algo cambie para que todo siga igual”.