Por José Jaime Ruiz
Marcelo Ebrard optó por el suicidio político. Su road show que lo lleva a ser entrevistado por los impresentables Ciro Gómez Leyva, Joaquín López-Dóriga y Carmen Aristegui, es un simbólico acto de rebeldía en contra de la Cuarta Transformación, en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador y en contra de las reglas firmadas por las corcholatas en el acto de compromisos de Morena.
En política apresurarse es abismarse. Marcelo sabe que es casi imposible alcanzar porcentualmente a Claudia Sheinbaum y el ex canciller, al querer avanzar y alcanzar, retrocede. En Morena se pidió evitar las entrevistas con medios de comunicación y desinformadores reaccionarios. Ebrard no rompe formalmente nada porque sugerir evitar no equivale a prohibir.
El descaro de Marcelo, lo que lo desnuda como un político anti4T, es su crítica a Sheinbaum, “le daría trabajo en Gobernación”, o despreciar los mítines de la jefa de Gobierno mejor calificada después de AMLO y, obvio, mejor calificada que el mismo Marcelo. También la conveniente y orquestada bienvenida de otra mujer al proceso, como lo es Yeidckol Polevnsky quien, se supone, le restaría puntos en las encuestas a Claudia.
Si Andrés Manuel acercó a Marcelo y a Claudia a una Cuarta Transformación, la historia, sus historias, los separan. Ebrard se construyó en el juego cortesano de Carlos Salinas de Gortari apadrinado por Manuel Camacho y Sheinbaum tiene un registro de activismo social y universitario desde los 15 años. La corrupción es consustancial a Marcelo; la dignidad y honestidad a Claudia.
El primer acto simbólico de Ebrard es asistir con los comunicadores infodémicos que son amamantados por los oligarcas mexicanos y por el gobierno de los Estados Unidos. Después de visitar plácidamente a Carmen, Joaquín y Ciro, Marcelo está preparado para cualquier sketch con los comediantes de Latinus, Carlos Loret de Mola y Brozo.
Marcelo, por su obsesión de atacar a Claudia, no sólo se olvida del juego limpio sino que se echa en contra a radicales, duros y moderados de la Cuarta Transformación. Manuel Camacho, al rebelarse contra el dedazo dictatorial de Salinas de Gortari, terminó siendo comisionado por la paz en Chiapas, ante el levantamiento zapatista. Menos inteligente, al rebelarse contra las reglas democráticas de selección de Morena, Marcelo terminará, no es deseable, siendo un retazo, cascajo político para los intereses de la oligarquía y de Claudio X. González.