Como a media hora de Nuevo Vallarta, entre Sayulita y Guayabitos, en el Estado de Nayarit, se encuentra el pintoresco pueblo de San Francisco, conocido comúnmente como San Pancho.
Parecería como que no vale la pena parar, pero te sorprenderá, el pueblo es pequeño y con una tranquilidad que atrae, con una calle principal empedrada al estilo antiguo y un encanto singular.
Encontrarás igual galerías de arte, boutiques de joyas y artesanías, un hotel con habitaciones de lujo con vista al mar y restaurantes gourmet, gente local vendiendo artesanías en la calle, rústicos hostales con buena vibra y puestos de tacos, palapas en la playa y diversos cafés donde pasar un buen rato.
El ambiente es relajado, muy agradable y hasta un tanto hippie pero chic, encontrarás muchos extranjeros que viven ahí, se ha convertido en uno de los destinos predilectos de expatriados.
Sus habitantes se han preocupado por sus tradiciones, su comida y sobretodo, por la naturaleza, para no perder la autenticidad del pueblo, es un lugar artístico y cultural, lleno de maravillosos locales de productos artesanales.
La playa es espectacular, larga, ancha y súper tranquila, de arena fina, con un oleaje parejo, perfecta para quienes buscan privacidad, relajarse y alejarse del bullicio del turismo; ideal para caminar, broncearse y muy famosa entre los surfistas que disfrutan sorteando las olas del Pacífico.
Además ahí mismo en la playa, sus dos restaurantes. La Perla y Las Palmas tienen excelentes propuestas de pescados y mariscos; no te puedes ir sin probar sus aguachiles, ceviches y tostadas de atún.
San Pancho está rodeado por jungla y cerros y lo que va quedando de las montañas de la Sierra Madre. Puedes ir a los esteros a observar aves o visitar el Orquideario, un sendero de dos kilómetros entre la selva para apreciar coloridas flores y darte vuelo tomándoles fotografías y aprendiendo todo lo relacionado a estas bellas flores.
Siempre hay algo que hacer o ver en San Pancho: caminar por sus tranquilas calles apreciando las casas de colores, unas más coquetas que otras, visitar su extensa playa virgen para caminar descalzo, apreciar el atardecer junto a la gente que se reúne al espectáculo o pasar viendo el cielo estrellado. Todo esto es parte de una realidad que se vive todos los días en este encantador pueblo.