Por Félix Cortés Camarillo
El asunto es que el agua ya no pasa por mi casa, como decía la ingenua adivinanza de nuestra infancia. El aguacate.
Hace muchos decenios alguien predijo que el agua sería el petróleo de nuestro tiempo. Nadie le hizo caso. Lo peor es que ni siquiera hoy nos hemos dado cuenta de que el que tiene el dominio del agua, tiene el poder.
De toda el agua que en el universo existe, me dicen los que de ello saben, solamente el tres por ciento es dulce; no es que contenga azúcar. Es simplemente que reúne las simples cualidades para merecer y ser aceptada por el cuerpo humano para su ingesta. El asombroso testimonio vivo, de una perra que sobrevivió tres meses en alta mar en un catamarán dañado, sin comunicaciones y sin más sustento que el agua de lluvia y el pescado crudo que se podía conseguir borda en lo increíble. Por cierto, a la perra que me parece que se llama Bella, le acompañaba un loco australiano que quería llegar de nuestra baja California a las Seychelles, o por ahí. Por fortuna, un barco atunero mexicano que andaba por la zona pudo rescatar a la perra y a su acompañante.
Pero el asunto es el agua. Rusia invasora puede abrir o cerrar a criterio el flujo de cereales de Ucrania y poner de cabeza a los mercados mundiales. De lo que no tiene la llave es del flujo del agua. Y todos los países entienden eso.
El nuestro, no tanto.
En mi tierra norteña, el estatal gobierno pendenciero y jugador afirma un día sí y el otro también que hay agua asegurada para el área metropolitana de Monterrey hasta dentro de cincuenta años. Al mismo tiempo corta el suministro de agua a las zonas más jodidas del estado, las que no tiene oportunidad de protesta, y gasta millones de pesos en mensajes y anuncios espectaculares para que el usuario se bañe con dos cubetas y que beba lo menos posible. El que tiene la obligación de proveedor convertido en el orientador de la prudencia.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): La actitud del gobernador de Veracruz ante una reportera valiente, solamente documenta la actitud que los cuatroteístas tienen hacia la opinión pública. Si yo fuera veracruzano yo diría que el gobernador Cuihtlahuac es un soberano pendejo. Pero como no lo soy, solamente puedo decir que es un imbécil. Carece de solemnidad.
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