Por Obed Campos
Alejandra Román Zamudio, tenía 28 años y sabemos más o menos sus “generales”, porque no hay ningún apartado en ninguna ley que proteja a las víctimas de ser exhibidas…
Ella murió el domingo tras ser embestida por Juan Fernando “N”, de 24 años, quien se supone iba manejando en estado de ebriedad y de amanecida por el camino de La Huasteca.
Nótese que fuera de la edad de Juan Fernando poco o nada nos van a decir, por ley “y por sigilo”.
Porque de Alejandra trascendió que era originaria de Chiapas, y una estudiante destacadísima con títulos en México y en el extranjero, además de otros datos íntimos y públicos.
De Juan Fernando (y ya no quedó tan claro) solamente se supo de su presunto estado de ebriedad al volante.
Y aunque el joven presunto homicida culposo se le notificó que el juez que vio el caso lo acusa del delito de homicidio por culpa grave, anoche durmió en su cama y en su casa, porque el juzgador no encontró causa para que Juan Fernando “N” siguiera el proceso tras las rejas… Y le concedió libertad precautoria, es decir, bajo fianza.
“Entre las medidas que impuso (el juez) están la firma periódica semanal, prohibición de acudir a lugares donde vendan alcohol, además de prohibirle conducir vehículos automotores… También le prohibieron abandonar el país y será vigilado por la Unidad de Medida Cautelares de la Fiscalía de Justicia” se lee en una nota de El Norte.
Claro que no se supo de cuánto fue la fianza fijada.
Y le digo, esta es la inconcebible ley que nos rige en Nuevo León: Alejandra duerme su sueño eterno en su tumba fría y Juan Fernando en una cama a la que seguramente le cambiaron las sábanas.
Y a ella sí la podemos exhibir.
A él, ni con la iluminación de una vela…